miércoles, 25 de noviembre de 2009

Noticias

Ciertas veces, el silencio habla mejor que muchas palabras. Y lo que este silencio de mas de 10 días dice, es lo siguiente:


Perdimos un embarazo.


Las descripciones son innecesarias.


Pero como decía Carlos Salim Balaa, el movimiento se demuestra andando, así que, pues, andemos.

En estos días, escribiré y publicaré la continuación de la saga de Naiflai, mas algún que otro delirio que estuve anotando en un cuadernito que tengo en la mesita de luz.

Vuelven Zagardúa y Rataflatti, con un increíble viaje (y real, se los juro) por la icónica "route 66", con andanzas en dos idiomas y miles de gestos y balas.

El gato salvaje seguirá errático como barco fantasma, y urticante como jalapeño. Será probablemente la causa principal de hemorroides en el país durante 2010, según la OMS.


Tengo que escribir un sueño que hubo en estos días, donde le hice una entrevista mas que interesante a Ernesto Sábato, otro donde yo era Jackie Chan y luchaba contra un plato de churrascos, también hubo uno en que fuí Peter Sellers y en otro, Zulma Lobato. Bueno, no. Ese último fué un chascarrillo... si llego a soñar eso, espero que la muerte me sorprenda antes de despertarme para ir al baño.


También, hay una sorpresa para todos los lectores, menos para una que ya mas o menos sabe de que se trata. Es mas que nada, un agradecimiento a ustedes... pero si digo mas, se arruina la sorpresa. Así que habrá que esperar.


En lo que queda de la semana iré publicando algunas cosas que tengo en mente.


Preparen la risa.

jueves, 12 de noviembre de 2009

El dificil arte de enamorarse





Ella: Que lindo lugar elegiste… me siento tan especial…
El: Hace mucho tiempo esperaba una noche así con vos
Ella: Estas muy lindo con ese traje…
El: Si… pero la camisa me apreta un poco acá… y la corbata esta me está ahor
Ella: ¡Shh!… ahí viene el maître
Maître: Buenas noches y bienvenidos… ¿desean una carta?
El: ¿Cartas?... Mmh… con todos esos autos caros afuera… yo sabía que algo de eso había…
Ella: Por favor… deseamos que nos recomiende…
Maître: (mirándolo de reojo a el) Bien… Puedo sugerirles el cordero con salsa de caramelo y fresas, exquisitamente orlado con finas patatas glaseadas…
El: ¿Patatas?... ¿Cómo es?¿son papas dulces o batatas saladas?
Ella: (mirándolo a el con sorpresa) Preferiría algo más liviano…
Maître: (mirándolo a el con odio) En ese caso, son especiales los lingüinis verdes con una salsa de alcaparras y rucula
El: (Mirándola a ella) Me suena a vampiros eso… yo que vos no lo pido.
Ella: (mirándolo con una mezcla de sorpresa y enojo) Los lingüini estarán perfecto…
Maître: ¿Y el caballero? (poniendo especial énfasis en esta última palabra)
El: ¿No hay carne sin caramelo?
Maître: Puedo ofrecerle unos medallones de lomo escalopados, con queso parmesano y frambuesas, coronados con un exquisito timbal de arroz y sublimes frutos de mar…
El: ¿Puede ser a caballo?
Maître: ¿Perdón?
Ella: (estrujándole dos dedos del pie derecho) Oscar
El: A caballo… con dos buevos fritos arriba…
Ella: (Susurrando para sí) Pero… Qué es esto…
Maître: (indignado) Lo voy a consultar con el chef… ¿Qué desean beber?
Ella: (tomándose la cabeza) Un agua mineral sin gas y un jugo de arándanos
Maître: Bien… ¿y el caballero? (pronunciando esta última con dientes apretados)
El: ¿Para tomar sería?...
Maître: Si señor...
El: Traete un tinto.
Maître: (retirándose) Un minuto… enseguida estará con ustedes el sommelier
El: (Elevando la voz)¡Acordate de preguntarle al chez lo de los buevos!
Ella: Por favor… decime que estas bromeando…
El: (mirándola a ella) ¿Quién va a cantar?
Ella: Oscar… te lo ruego...
Sommelier: Buenas noches… ¿El caballero desea algún vino en particular?
El: Un tinto, hielo y soda.
Sommelier: (mirándolo con una sonrisa) Puede ser Cabernet Sauvignon, Merlot, Sangiovese, Lambrusco, Tempranillo, Pinot Noir, Bonarda, Tannat, Syrah
El: ¡Que delantera eh!…
Sommelier: ¿Perdón?
El: Tannat y Syrah arriba… Lambrusco en el medio…una máquina.
Sommelier: Tal vez me expresé mal… las variedades que disponemos…
Ella: (Retirándose la servilleta del regazo) Oscar… te lo pido encarecidamente
El: Es que me hablan de fútbol…y no quiero parecer descortés.
Sommelier: ¿Desea un vino robusto o gentil?
El: (indignándose) ¿Pero de que me está tratando usted?
Sommelier: Señor… hablaba del carácter del corte…
El: ¡Oiga!... ¡No me venga con artes marciales!¡Yo fui boxeador!
Sommelier: No lo dudo señor… en un momento le traigo el vino…
Ella: (tomando la cartera) Enseguida vuelvo…
El: Bueno… pero apurate que ya traen la comida… ¡acordate que va a cantar ese Sontecler!
Ella: (Dirigiendose a la salida) Que sea una pesadilla… que sea una pesadilla…
El: (Gritandole usando las manos a modo de megáfono) Y después nos vamos a un lugar lindo!



El sonido del portero eléctrico la despertó sobresaltada.



Ella: ¿Si?
El: Julia… soy Oscar… ¿ya estás lista?
Ella: Mirá Oscar… no me siento muy bien hoy…
El: Ah… que lástima… ¿Necesitás que te busque algo?
Ella: No… em… no, gracias.
El: ¿Puedo pasar a verte?
Ella: No.. estoy… no... no puedo.
El: bueno… te llamo mañana entonces para ver como estás…
Ella: ¡¡No!!... digo… no, no me llames.
El: Pero…
Ella: No llames mas Oscar... nunca.
El: Julia…


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Ella: Al final son todos iguales.
El: Al final… están todas locas.


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Maitre: Siempre pasa lo mismo… ¡reservan mesa y no vienen!

martes, 10 de noviembre de 2009

NAIFLAI - RAPIDO Y RUIDOSO

Como cada noche, la garrapata híper desarrollada salió de su casa, llavero de branca en mano.

Abordó la renoleta verde, provocando el típico movimiento de rebote al subirse.

Si hay un placer mayor que manejar por Córdoba, un marte’ a las do’ de la mañana, que venga alguien y me lo diga” – pensó mientras ponía en marcha la “renonave”.

La vuelta era simple. Salía de los bolichitos de Alta Córdoba. Fragueiro derecho hasta Juan del Campillo. De ahí, derecho a General Paz, cruzaba el río, Subía por Mitre costeando el Suquia y doblaba en Figueroa Alcorta, bordeando la Cañada Hasta Colón. De aquella esquina en adelante, el recorrido era una aventura distinta cada día. Excepto por los puntos obligados donde estaban las chicas trabajando.

No era el único que sabía eso.


De la población de sanguijuelas voladoras que habitaban los depósitos abandonados de la ciudad, a Naiflai, una en particular le provocaba una reacción alérgica. Lo reconoció al instante en la esquina de Lima y Santiago del Estero.

- ¡Naiflai!

El grito lo dejó frío. Más frío que lo habitual en un vampiro. Pero más que el grito, era el ruido conocido de un motor odiado. Era el ruido de un Citroen 2CV. Amarillo. O al menos alguna vez lo había sido.

- Lechonazo - pensó y recordó la última vez en Jesús María.

Cuando miró en dirección a la voz chillona, reconoció a su instinto la efectividad, una vez más. Se gritaron de ventanilla a ventanilla.

- Pensé que te habían estaqueado aiá en Jesú’ María che Lechonazo…
- No… io sé que te hubiera cagado e gusto… pero me escapé…
- ¿Sabé las morcíias que hubieran hecho no?
- ¿Seguí andando en esa bosta verde?... raro que no se ti hay prendido fuego…

Naiflai aceleró rabioso en el lugar. La renoleta rugía como un cachorro de puma. El 2CV del Lechonazo no se quedó callado. Rugía como... como... como un Citroen. Entre las aceleradas de los dos, despertaron a varios vecinos de la cuadra.

- Che Lechonazo… no se que haría’ vo’ sin la citroneta… debe sé jodido levantá vuelo con ese cementerio e’ poio colgando…
- Caiate fideazo… doblá en la Olmo, y piquemo hasta Patria… a vé quien tiene mejor nave…


Hacía varios meses que no lo veía a Lechonazo. Primogénito de Doña Norma, la hermana menor de Doña Berta, lo hacía su primo hermano directo. Y entre ambos existía un odio histórico.

- Te doy tré cuadra de ventaja gordo… hasta que el pobre auto ese agarre velocidá...

El placer de manejar en silencio por la ciudad, a las tres de la mañana, había desaparecido. El Lechonazo, conocedor de las costumbres de naiflai, lo había buscado con el único objetivo de perturbarlo.

Y ahora había convertido el silencio en un estruendo de humeantes motores semi fundidos.

- ¡Hacele lo´aro’ che gordo amarrete!
- ¡Y vó pinta la renoleta de un color decente, cara e’ ocote!

Iban cuerpo a cuerpo, doblaron un poco jugados en la esquina de Olmos y aceleraron a fondo. Cuando cruzaron el río, iban a máxima velocidad.

Es decir, 45 kilómetros por hora.

A las pocas cuadras, en una cuneta, Naiflai perdió el escape. El Lechonazo perdió la parrilla del Citroen. Cerca de la calle Roma, Naiflai venía con ventaja y cortó los bulones de la rueda delantera derecha, viéndola separarse del auto, y apoyó el carter de la renoleta sobre el asfalto, dejando detrás una gigantesca estela de chispas, ante la carcajada del Lechonazo que venía unos metros atrás.

Cinco metros más adelante, gracias a la vibración, al Lechonazo se le desprendían los guardabarros y una puerta del destartalado Citroen, ocasionando que la rana amarilla hiciera un espectacular trompo en plena avenida.

En la soledad de la noche, los autos heridos parecían ballenas que habían encallado finalmente en una playa negra y fría.



A eso de las cinco de la mañana, las sirenas amarillas anunciaban la llegada de los auxilios mecánicos del seguro de cada uno.


Los encontró a ambos sentados en la puerta de un viejo bar de la cuadra.

Entonaban emocionados, una canción de Jean Carlos, frente a cuatro botellas de vino tinto vacías.


- Che culeau… – dijo el Lechonazo - ¡Lastima que no pudo verlo la Berta!

No lo sabían entonces, pero el tiempo (y Doña Berta en persona) les diría que estaban muy equivocados.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El bajista suplente

Ni siquiera tenía nombre. Era "La banda" aunque muchos creían que en realidad se llamaba "lavanda". De ahí las carcajadas.


Tocábamos al fondo de un video club, en un local gigantesco. Todas las noches le metíamos hasta las 10, después de varias advertencias de los vecinos.


Daniel y yo ajusticiábamos las guitarras, Juan Carlos la batería, Fabian el bajo, y Marino el micrófono.

Marino nunca pudo cantar nada, así que dejó de venir un día. Y entre los cuatro restantes empezamos a desgranar algunas melodías que, según críticas de los transeúntes, eran bastante agradables.


Pero algo faltaba. Teníamos los instrumentos, teníamos los acordes, teníamos el ritmo.. faltaba la voz.

Una noche, mientras ensayabamos, empecé a gritar al micrófono.

Y gustó.

Tanto, que aquella noche decidimos probar quedarnos con la guitarra de Daniel solamente, mas el bajo y la batería. No debería ser yo quien lo diga, pero salió algo muy decente.

Podía ser casualidad, podía ser tal vez el ímpetu de la primera vez. No sabíamos a ciencia cierta. Igualmente algo faltaba, pero no sabíamos que. Había que volver a probar.


Cuando volvimos a reunirnos al otro día, nos encontramos con la noticia de que Fabian no podía venir.

Y entre deliberaciones y propuestas, me colgué el bajo al cuello, y arrancamos con un tema calientadedos.

Algo estaba pasando esa noche, que no pasaba antes.

La música sonaba como una muralla, como el mar cuando te sorprende con esas olas de dos metros y te hace tragar arena, sal y agua en iguales proporciones.

Y cuanto mas tocábamos, mejor sonábamos. Y todos sabíamos a esa altura cual era el motivo.


Y entonces vino el momento de probar algunos temas lentos. Esos que nos salían tan seguros y tan planos...

Todavía recuerdo a la gente pegada al vidrio del video club, mirando hacia adentro.

Volaban los tonos arpegiados y los punteos en el bajo (que después de un buen tiempo le admiraría a Pedro Aznar) y mi voz parecía haber cobrado forma y volumen en ese mismo instante. Y por una de esas casualidades, aquella noche habíamos decidido grabar la sesión.

Cuando salimos del local a las 10 de la noche, reinaba el silencio entre nosotros. Nadie hablaba. Ni siquiera nos miramos. Juan Carlos nos saludó, cruzó la calle y se metió en su casa. Con Daniel nos fuimos caminando unas cuadras juntos, revoleando las melenas en la soledad de la avenida.

- Sonó lindo... - dijo por fin.
- Sep...
- ¿Y porque no...
- No lo digas Dani... no... ni lo digas.
- Pero...
- Conozco a Fabian desde tercer grado... y a Juan Carlos... que se yo desde hace cuanto.
- ¿Y no vamos a hacer nada?
- Vas a ver Dani... - aseguré - en menos de un mes, estoy afuera.
- Naaa...
- Un mes Dani... un mes.

Yo era amigo histórico de los dos, pero me unía con Daniel la misma pasión por la música.

- Vas a ver... - continué - que algo pasa... me rajan... y dicen que con vos no hay problema.
- Sería una lástima...
- Los conozco demasiado.

Recuerdo haber escuchado esa cinta una y otra vez, y me parecía increíble haber sido parte de esa sesión.


En una semana se terminó dando lo que había predicho. Que no iba a horario a los ensayos, que la distorsión, que el equipo muy alto, que los temas... no importaba. La causa iba a aparecer de un momento a otro.


A Daniel le dijeron lo mismo que le había predicho yo. Y en un gesto honorable de su parte, prefirió declinar la invitación a seguir con ellos.


Así que Juan Carlos y Fabián buscaron a un guitarrista suplente y un cantante suplente, y siguieron haciendo los temas que había escrito yo.

Los volví a escuchar en un antro alguna vez, y sonaban. Ni mal, ni bien. Sonaban parejos. Mejor que los cuatro primeros, pero nunca como aquellos tres que fuimos una vez.

Y recordé aquella sesión en que habíamos ensayado "Mi tren". ¡Puta!¡Como sonaba ese bajo!.



Y mientras sonreía, terminé mi cerveza y me fui del lugar, dejando el pasado donde debe estar.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Que vuelva Carlos! (Sagan)

Hacía mucho que no me emocionaba hasta las lágrimas así...

Estoy en casa, con un resfrío mas que interesante para algunos patólogos, sin un solo hilo de voz, y se me ocurre ponerme a ver algo en la tele.

Gracias a la sobreabundancia de información, producto de la interconexión de redes a nivel mundial, y también gracias a la piratería (hay que ser justos), conseguí bajarme la serie "Cosmos" completa.

La reacción fué inmediata.

Reconocer la voz doblada, la música de Vangelis y las imágenes del comienzo, fué como si me hubiera pasado un colectivo lleno, en horario pico, por arriba del pecho.





A ver... intentemos explicar esto.

Cuando ligué mis primeros mangos en la ya lejana infancia, fuí y me compre un libro llamado "La tierra, el tercer planeta". El libro ya era viejo cuando lo compre, pero era mío. Tenía las páginas amarillentas y olor a viejo. Y lo amé, (y aún amo) por eso. Mientras mis amigos iban y se compraban figuritas, chocolatines Jack y pop rocks, yo fuí y me compré ese libro.

En casa había ademas una biblioteca surtida. Pero había joyas para mí, que había adoptado como mías. Mi viejo, tenía un libro de química de sus épocas del industrial. Me lo apropié impunemente. Recuerdo tambien un pequeño librito de serigrafía, y aun hoy puedo ver en mi mente la escala cromatográfica completa, con forma de faro marítimo, y recuerdo bien patente, la palabra "magenta". Tenía una influencia mística sobre mi. Magenta. Nunca lo había leido antes. Así como "Cián", descubrí un mundo de palabras desconocidas, de colores llenos de luz.

Todo era nuevo y asombroso para mi, a mis 8 años.

Me pasaba horas completas viendo esas imágenes, aprendiendo estructuras atómicas y masas, y estudiando el orden de los planetas del sistema solar, los nombres de los planetas y sus lunas, estrellas, agujeros negros...

Si, es verdad. No era muy normal. Algunas cosas nunca cambian.

Para esa época tambien apareció la revista "Muy interesante" que era como el anteojito pero para gente grande. Me devoraba las ilustraciones y las notas, con sabor a un futuro que ya era casi presente. Deliraba con las historias de contratapa de Isaac Asimov.

Mi infancia y adolescencia, básicamente, fué la de un prominente científico.

Cosmos fué sin dudas todo lo que aquel chico curioso necesitaba para ser feliz. Viajar en un panadero (o diente de leon, o dandelion) a través del universo, fué mas de lo que alguna vez hubiera soñado aquel chico.

Entré a la secundaria con profundos conocimientos de química y astronomía. Lo cual me hacía el chico admirado por algunos, y denigrado por otros.

Pero...

... lentamente, la estructura educativa, los mandatos sociales, las obligaciones estudiantiles, las hormonas y las materias llevadas a marzo, fueron adormeciendo al científico, separando al soñador del inminente hombre de bien. Fuí olvidando las cuestiones científicas. Y progresivamente fuí cayendo en la devastadora realidad económica de los 80's, en las posibilidades laborales que podría tener una carrera en particular, y en los 90's ya de la incipiente y promisoria informática a nivel popular.

Me hice analista de sistemas.

Y me olvidé de aquel chico que soñaba mirando al cielo, que acompañaba a su abuelo en una terraza de Villa Ortuzar a contar las estrellas fugaces que iluminaban los techos del Tornú.

Después de casi 30 años... ese chico volvió a aparecer de pronto. Me lo encuentro en el living con un blazer azúl, en la casa de Santos Lugares, merendando un cafe livianito y dos panes completos con dulce, o solos, mojados en el café. Tiene cara de miedo ante la nueva etapa que comienza despues de su feliz paso por la primaria. Ese blazer de botones brillantes, que pesa 7 kilos y es grueso como una frazada, lo encierra, lo ahoga, lo enmarca en una estructura que no quiere aceptar, pero sabe que debe hacerlo.

Ese chico volvió a aparecer, acá, en el living de casa, en Rio Ceballos.

Y de la mano de Carl Sagan, científico primero, pero antes que nada, maestro.

Su idea de acercar la ciencia a cualquier pelagato que tuviera el interés suficiente fué para mi, mas allá de una genial idea, un ejemplo a seguir durante muchos años.

Yo soñaba con ser como el.

Y hoy, acabo de recordarlo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Vueltas y vueltas

Amigos se fueron.
Amigos vendrán.
Padres murieron.
Hijos nacerán.

A veces parece que las cosas que nos ocurren son siniestras, sin sentido, injustas de alguna manera. Pero todo obedece a un ciclo que se repetirá toda la vida.

Decisiones erradas ayer.
Mañana regresarán.
Amores perdidos dejaron
Lugar a los que llegarán.

Y uno se pregunta siempre porque. Ahí está el asunto.

No en el "porque", sino en el "cuanto tardaré en comprenderlo".

El despido de hoy
Mañana será oportunidad
La bonanza de ayer
Se convirtió en adversidad.

Y gira la rueda, y lo que es arriba es abajo, y una acción corresponde a una reacción. Son leyes fundamentales de la metafísica, pero mas que nada son realidades que se perciben todo el tiempo. Uno le sonríe al prójimo, y mañana probablemente nos sonrían a nosotros. Uno se baja del auto a ayudar, y mañana probablemente se bajen a ayudarnos a nosotros.

Todo lo que perdemos, o creemos perder, comienza a circular. Y es lo mas probable que tarde o temprano vuelva a pasar a través nuestro. Un billete falso, un correo ingenioso, una canción, un mate amargo, una pasión. Vuelve y sorprende. Y entonces comprendemos la pérdida anterior.

Como en la historia del subterráneo perdido en Londres. Esas son las realidades a corto plazo. Lo que minutos antes era una desgracia, se convirtió en salvación. A veces lleva 17 años decirle a Nanci que fué nuestro primer amor. Esas son las realidades a largo plazo.

Tarde o temprano, las cosas llegan. Podemos acelerar los tiempos en algunos casos. Pero es inevitable que suceda. Si estafamos a alguien, tengamos por seguro que mañana nos estafarán, si compramos un equipo robado, mañana seguramente nos robarán.

Por eso hay que saber perdonar, para ser perdonados. Hay que saber amar, para ser amados.

Gira y gira la rueda.

Y lo que hagamos hoy, lo que seamos hoy, será seguramente lo que recibiremos mañana.

Vueltas y vueltas.

Cosecharás tu siembra. Manten tus palabras blandas, pues algún día tendrás que comértelas.

Frases conocidas, que no son mas que afirmaciones de lo mismo.

Aunque a veces es prácticamente imposible entenderlo.

*Los versos escritos se me venían a la mente anoche durante el insomnio.