- No te asustes bebe... pero me parece que me estoy desangrando - dijeElla abrió sus enormes ojos, aun más de lo que usualmente hacía.
En aquel momento pensé “el ¡
tac! que sentí, fue el peritoneo
rompiéndose debido a la relación peso - superficie
desventajosa,
después de lo cual me perforé un riñón, o el hígado, o lo que sea que haya de ese lado, y como estoy
borrachísimo, el alcohol inhibe las
sinapsis, y no pueden transmitir la orden de dolor al cerebro, y por eso no siento nada, pero la realidad es que me estoy muriendo en este inmundo hotel de morondanga”.
- Te estás poniendo pálido – me dijo sobresaltada.Confirmado. Estoy muriendo. Mi amigo, sin saberlo y sin quererlo, me había entregado el arma homicida. El maldito encendedor con puntas había segado mi posibilidad de un futuro lleno de pañales sucios y
calzoncillos rotos.
La sensación húmeda y caliente se extendía desde las rodillas hasta la nuca, y esa horrenda sensación de estar hundiéndome...
Cuando ella se incorporó, pude meter mi mano entre el colchón y mi espalda, para cerciorarme del realismo rojo rubí, de la fatalidad que se había puesto en curso.
- No... no es sangre...
- ¡Es agua!… ¡El colchón!
- ¡Merde!En ese mismo instante, se me fue el vahído.
Me levanté de un salto, y me quedé observando, como el asesino primerizo, las consecuencias de mis actos.
Me convertí en criminal sin quererlo.
Mi primera víctima se estaba desangrando ante mi mirada atónita. Y era para mí un completo desconocido, pero tenía un nombre y varios apellidos. Me imaginé el pobre bastardo en la
morgue, con una
etiquetita colgada en una de sus esquinas, que rezaba “Colchón de Agua Caliente Con Luz Violeta Adentro”. Colchón estaba perdiendo el liquido vital.
Y estaba muriendo lenta e
inexorablemente.
Pasada la sorpresa inicial, mi mente ahora lúcida se planteaba el interrogante que debe asaltar a todo asesino accidental: Como deshacerse del cadáver.
Avisar a conserjería fue descartado
inmediatamente. Impensable. Había que planear algo urgente. En menos de dos horas estarían golpeando a la puerta con la única intención de ver si la estrella del hotel estaba sana y salva.
El rey estaba muriendo. ¡Que importaban entonces los ceniceros baratos y las
ojotitas de goma, los
toallones de
Jacquard y hasta lo que se había consumido en el
mini bar!.
El rey se desangraba. Y la guardia real iba a
destazarme vivo, en la plaza pública, ante la vista de los campesinos.
El rey había sido atacado. Aquel atractivo principal que pregonaban en la entrada con fotos de colores exagerados y precios acordes a los colores, estaba perdiendo toda su magia.
Intenté entonces levantarlo, vaya uno a saber porque. Supongo que pensé en esconderlo en el baño.
Era inamovible. Hubiera levantado un contenedor lleno de motos japonesas antes de que pudiera mover un centímetro aquel gigantesco y estúpido colchón moribundo.
- ¿Tenías que elegir la del maldito colchón de agua no? ¿No podía ser otra?
- ¡Y a quien se le ocurre ponerse un encendedor en el culo!¿Eh?
- No peleemos… Necesitamos salir juntos de esto. Pensemos como.El agua llegaba ya a la alfombra y la
desesperación hasta el techo. Las sabanas y frazadas estaban absolutamente empapadas. No había donde huir.
Era imposible ocultar el cuerpo y la evidencia.
- Llamemos diciendo que hay un incendio.
- Van a venir a la habitación, y van a ver que es mentira.
- Prendamos fuego la habitación.
- Idiota…
- Llamamos y decimos que hay una bomba
- …oh...
- ¡Ayudame! ¡Son ideas idiotas pero al menos sale algo!
- Hablemos a conserjería y decimos lo que pasó.
- Ah si… y voy a tener que laburar dos años para pagar esto.
- ¿Y que salida le ves?
- ¿Salida?... hmmm… salida… si...Abrí las cortinas, la persiana, la ventana, y me asomé.
- Es un solo piso - observé jubiloso.
- Si… ¡pero da a la avenida!
- No es tan difícil…
- Igual te van a encontrar… deben tener el video de seguridadMe senté en un sillón que había cerca, y crucé los brazos.
Ya había pasado una hora y algunos minutos, desde la puñalada mortal.
- Bueno dale… sacanos de acá. De una manera u otra.Ella levantó el teléfono, y lo tendió hacia mi, mirándome feo.
- … tuuut… tuuut… - ¿Si?
- Emm… mire… tuvimos un problemita con el colchón…
- ¿Qué pasó?
- Bueno… le clavamos una uña…
- ¿Puedo enviar a alguien ahora?
- Si… pueden venir ahora.
- Ahí mando a alguien.
Esperamos.
En 15 segundos golpeaban suavemente la puerta. El señor que mira colchones entró, y fue
directamente a ver el cuerpo sin vida del tirano.
- Yo… estábamos…
- No se preocupe amigo… estas cosas pasan a veces.
- (¡¿Como?!)... Entonces…
- Le van a cobrar un recargo… porque hay que cerrar la habitación un día para repararlo.
- Yo pensé…
- ¿El colchón?... ¡Nooo! – Dijo riendo – No se preocupe…
- No… claro…
- Bueno, al menos lo rompieron pasándola bien ¡eh!
- Si… si… jeje… claro…Pasar por conserjería me costó unos 300 dolares de aquel entonces. Casi casi la mitad de mi sueldo. En aquel momento de mi vida, hubiera preferido que fuera el
hígado.
Salimos de ahí en silencio, caminando hasta Santos Vega, para tomar el colectivo a
Billinghurst.
“pasándola bien” – dijo el cerdo. La frase me retumbaba en el cráneo.
Una hora de suspenso a lo
Hitchcock viendo como pulverizar los rastros de un crimen que no quise cometer.
Pasándola bien.
Discusiones, nervios, angustia. Hasta me trepé a la ventana y saqué un pie afuera para ver como amortiguar la caída.
“pasándola bien” – dijo el maldito.
El agua antes caliente que tenía en la ropa, se había
enfriado de una forma desconocida para mi. Era un esquimal, caminando por Avenida de Mayo. Mejoró solo un poco cuando subimos al colectivo.
Una hora después, en medio de la noche solitaria, nos bajamos en la temible plaza del centro de aquel barrio.
Llegamos a la casa suya de ella, como dicen los
mexicanos.
Decidido a remontar el estado de ánimo, entré como las hordas salvajes en los pueblos vencidos, apretándole el culo y con mi cara de degenerado
mordiéndole el cuello, a sabiendas de que los padres se habían rajado a Mar del Plata.
- Buenas... ¿Van a cenar? - Claro abuela…La nefasta vieja estaba esperándonos en la oscuridad del
living.
Otra cena repugnante que se amontonaba encima de la del pollo malogrado.
- Te quedás – me dice mi novia – mirá la hora que es.
- Y si…
La habitación de ella era de esos espacios a los cuales les ponen puertas corredizas para brindar la sensación de
privacidad.
- Me dejan la puertita abierta… - dijo amenazante la vieja sentada frente al televisor.Mi cama era un colchón en el suelo al lado de la de ella.
En menos de 5 minutos, estábamos trenzados, con movimientos similares a los de lombrices en sal, mientras charlábamos a viva voz, de economía
tercermundista, de música ligera, o de psicología infantil y sus posibles
implicancias macro políticas en la fundación de la sociedad de fomento de Villa
Gumersindo.
Vaya uno a saber de que
carajos hablábamos mientras nos
desquitábamos caliente y
salvajemente de aquella noche de colchones rotos y cenas
olvidables.
Después de gritar en silencio, con las bocas abiertas y mudas hacia la oscuridad, caímos exhaustos y felices.
- Buenas noches abuela…
- Buenas noches doña Tita…
- Buenas noches chicos.- …- Feliz aniversario amor…
- ¡Boludo! ¡Callate y dormite de una vez!