miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ropa Sucia - Intro

- ¿Perdón?

El rostro del Dr Grobard se deformó de pronto. Reflejaba incredulidad y sorpresa de manera desmedida.

- Ingresar dinero falso al pais es un delito, debería saberlo.

Miraba aquellos billetes que le habían dado en la casa de cambio antes de volver de su tan esperado viaje de capacitacion a Cuba.

- Pero me los dieron en la casa de cambio... - gimió el galeno.
- No podemos comprobarlo, ¿verdad?
- No... evidentemente no - Pensó.

El agente solicitó apoyo en la puerta 4, y aparecieron dos policias del aeropuerto. Lo escoltaron hasta una sala fría y gris.

Se le antojó a Grobard mas parecida a una sala de tortura psicológica, que a una sala de espera.

Esperó alrededor de veinte minutos, cuando un hombre de traje y maletín cruzó la puerta.


- Grobard... no creí que usted fuera a caer en semejante cazabobos...
- No entiendo - dijo Grobard. -¿Quien es usted?
- Perez, Gómez, Álvarez... llamemé como quiera. De hecho, no tengo nombre.
- ¡Pero usted parece conocerme!
- ¿parezco conocerlo?

El extraño rió estentoreamente, abrió el maletin, y extrajo unas carpetas y fotografías.

- Ernesto Grobard. Doctor. Hijo de Charles Grobard y Margarita Irene Ferrera. El menor de cuatro hermanos. Se graduó en 1974 en la Universidad de Salta, hizo su especialización en Buenos Aires. No le tocó la mejor parte en los setentas, y creamé que lo siento. Dos hijas, abuelo de tres nacidos y uno en camino. Su hermano mayor murió en sus brazos hace dos años...

El extraño sonrió.

... Y en Cuba se dió finalmente el gusto de probar carne negra...


- ¡No le permito... - comenzó a quejarse Grobard.
- Nadie va a saberlo doc... Todos tenemos nuestras fantasías. y algunos, las cumplimos, ¿verdad?.

Grobard se mostró visiblemente incomodo.

- Una morena mas que interesante la de usted...
- ¿Y que es lo que quiere usted de mi?
- Usted vivió hasta hace unos meses en una casa muy bonita. Y mientras vivía ahi, hubo un accidente con sus vecinos.
- No se de que me habla...
- Usted se mudó de pronto, sacó un crédito para comprar otra casa mientras podria haber esperado a vender la suya... se mudó de noche...
- No veo lo extraño...
- Grobard, amigo, no me tome por tonto. Puedo ser detestable si usted quiere. Y no me parece que lo quiera, creamé.
- ¡Nunca me fijé en lo que hacían mis vecinos!
- Al lado de su casa vivía un matrimonio feliz. Una senadora y su esposo contador. De pronto, se les sueltan algunas tuercas y...
- Si... empieza la guerra. Es cierto.
- Bueno, ¿ve?. Nos vamos entendiendo. Ya sabe lo que quiero Grobard. Y usted puede elegir entre contarmelo a mi, o a su compañero de celda.
- ¿Me está amenazando?
- De hecho, si. Tengo informacion que puede arruinarlo. Aun sin ir a la carcel, pasaria su vida de bar en bar.
- ¿Nadie va a saber quien lo informa?
- Nadie.


Grobard contempló sus manos, y las recordó ensangrentadas, una noche, cuando había ido a atender un supuesto accidente en la casa de la senadora.

- Tengo que limpiar esta sangre alguna vez - pensó
- Mi nombre es Trelles. Tome esta tarjeta, ahí está mi numero. Cuando se sienta listo, empezamos.
- ¿Y que gano yo con ayudarlo?
- Es verdad. Usted no esta en iguales condiciones. Lo dejamos sin alternativas.
- Exacto.
- ¿Y que es lo que quiere doctor?, pienselo bien, y veremos si se puede conseguir.

Mientras Trelles se paraba a un lado de la puerta abierta, invitandolo a salir, Grobard se levantó, dejando el dinero falso en la mesa.

- ¡Oiga doc!... no se olvide su dinero...
- No sirve, es falso...
- No crea todo lo que le dicen... ¿quiere?. Ese dinero es tan bueno como cualquier otro.


Aturdido, Grobard recogió el dinero de la mesa y lo guardo en su saco.

Tenía que pensar que iba a pedir a cambio de la informacion que tenía, pero no podía pensar en otra cosa, mas que en sus antiguos vecinos y los inhumanos aullidos de dolor, que rasgaban la quietud de la noche en aquel barrio elegante.