lunes, 7 de julio de 2008

Romper la rutina III

Parte I - Parte II

Malena canta el tango como ninguna
Y en cada verso pone su corazón
A yuyo del suburbio su voz perfuma
Malena tiene pena de bandoneón


Era inevitable.

Con solo pensar su nombre, la voz de Adriana Varela golpeaba su mente martillando los recuerdos. En la mesita con ruedas del antiguo tocadiscos “portátil”, que había heredado de su padre, estaban esos viejos (y también algunos nuevos) discos de tango, concubinos por la fuerza con sus discos de rock, acomodados en la herrumbrada rejilla metálica de la parte inferior.

Tal vez allá en la infancia su voz de alondra
tomó ese tono oscuro de callejón,
o acaso aquel romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol.
Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón.


La imagen de la tapa del disco de la gata apareció en su mente. Recordó la vieja mesita, el tocadiscos, las tardes de sábado, el viejo ausente. En ese instante, aparecieron buenos momentos vividos con su padre, Camilo.

Claro. Era inevitable.

“Bruno – le dijo don Camilo – la mujer de tus sueños va a llegar sin que la busques, porque esa es la magia que tiene esta vida… sabe lo que necesitamos sin siquiera preguntarnos. Los únicos que necesitamos preguntarnos todo el tiempo en busca de respuestas, somos los humanos. El tiempo vuela, dejá de preguntarte, y viví.”

Camilo, para dormirlos, les cantaba cuando el y sus hermanos eran chicos, canciones de los Rolling Stones, de Los Beatles, de Led Zeppelin, de Bob Dylan. Los dormía con música, para que soñaran con un mundo mejor. Sabía que a ellos, el tango y el folklore, por ahora, no les gustaba. Y el sabio Camilo, se reservó las zambas de Atahualpa para cuando fueran más grandecitos…

Extrañaba a papá Camilo, sus consejos, sus caricias, sus enojos, y sobre todo, extrañaba los domingos a la mañana de su infancia, cuando se despertaba temprano y se iba a la cama de los padres, a mirar tele, a charlar, o a desayunar, junto a sus hermanos, para luego levantarse tarde todos juntos y salir a comprar el diario y los fideos frescos, o ayudarlo a su padre a prender el fuego para el asado.

Tango, Beatles, Camilo, dulzura de padre, domingos de mate y facturas, felicidad, ternura, y otra vez Malena. La cadena de recuerdos lo conducía inexorablemente al mismo nombre.

Llegó al frente de su edificio. Abrió la puerta del palier, y llegó al ascensor. Marcó el 4 piso, cerró las puertas, y se dejó llevar. Una vez adentro del departamento, se recostó en el sofá, puso música, y se dedicó a relajarse con los ojos entrecerrados.

Sin embargo su imaginación estaba restringida, gobernada por la morocha rotisera, cruel asesina sexual enviada desde el mismísimo infierno. Cuando aparecía ella, su cabeza era el escenario de las obscenidades más hermosas, y su capacidad creativa se veía desbordada por las imágenes, los sonidos, los aromas, los sabores, y claro, las texturas. Y todo fluía como un huracán desbocado hasta que en el camino se atravesaba Malena, y entonces, todo lo que había sido incendiado y devastado y depredado, se convertía de pronto en una habitación blanca, con ventanales al mar y cortinas de voile, con pisos brillosos de madera y almohadones mullidos en el piso, todo pasaba a ser salado y con arena entre los dedos de los pies, todo estaba envuelto en un silencio arrullado por las olas rompiendo contra la playa. Las imágenes pasaban a ser amaneceres en el océano Atlántico, y atardeceres en el Pacífico, y la calma, y la paz, y el ensueño. Una calma y una paz que lo seducían y lo aterraban.

No pudo con su ansiedad, y se fue derecho al dormitorio.

La perspectiva de un fin de semana entero con esa lucha interna, lo dejo inmerso en aguas turbias, y casi hizo zozobrar las ganas de tocar con sus amigos en el club del barrio. Esa noche tenían una oportunidad para mostrar su música (una mas, después de miles), pero Bruno no podía pensar, ni tocar, en semejante estado. Sin embargo, sabia que no podía fallarles, o que tal vez, seria bueno juntarse con sus amigos a gritar un poco ese sábado por la tarde.

Se dejó ir, en sueños, como mecido en un bote de laguna, mientras las notas de Miles Davis lo acariciaban desde el living.

Sonó el teléfono, y se despertó sobresaltado. Nadie llamaba nunca a su casa.

- ¿Si?
- Bru, soy yo...

La voz en el teléfono lo terminó de despertar. El sopor se había ido de golpe. Nadie le decía “Bru”. Nadie, excepto mamá, y papá, pero claro, eso era imposible.

Mamá se había ido a vivir a Alemania el mismo año en que Camilo murió, dejándolos a todos atónitos con la decisión de volver a su patria. Los invitó a unírsele en el viaje, claro, pero ellos, grandes ya, con todas sus cosas acá, no quisieron saber nada.

Bruno había hablado dos veces con su madre desde aquel día, pero ya no le decía “Má”, ni ella insistía con “Bru”. Ella olvidaba usualmente sus cumpleaños, y después enviaba cosas caras para pedir disculpas. Y a Bruno, le habian enseñado que las caricias son invaluables.

No. Las cosas habían cambiado bastante desde que pasó lo que pasó.

- … ¿¿Mamá??
- Si. Soy yo, estoy en el aeropuerto de Ezeiza.
- …P… pero… cuan… ¿cuándo….?
- Te mandé un correo avisandote.
- No sabía nada.
- Ahora voy para aeroparque, y en 2 horas estoy en Córdoba.
- ¿Y para qué…?
- ¡Ay! ¡Te dejo, te dejo!¡Se me va el avión!¡En un rato nos vemos!.

Colgó. Sin dudas, ese sería un fin de semana inusual.

Por fin su rutina se estaba resquebrajando, y en menos tiempo del que imaginaba, la vería desarmarse en mil pedazos.

6 comentarios:

ALMITA dijo...

ufa... pense que era Malena. ajjaja. Yo quiero el final feliz gato, sino no me divierte! jajajja...
Un beso!

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Este es el tipo de relatos que justifican que alguien tenga un blog.
Una cosa te voy a pedir, Gato:
No hagas esperar mucho para la continuación. Un abrazo.

El gato vagabundo dijo...

Almita: Segui leyendo la historia. Se que te va a encantar.

Claudio: Gracias, creo que no merezco semejante comentario, pero me ayuda a querer escribir un poco mejor cada dia. La continuacion no se va a hacer esperar...

Gracias por estar.

Anónimo dijo...

Espero la continuación!!!!
ana

El gato vagabundo dijo...

Ahi la tenes Ana !

gracias por leer

Laura dijo...

lindísimo..