jueves, 2 de octubre de 2008

De Rusia con amor - El final

Ya se había hecho tarde para mí resistencia, y empezamos a buscar al resto de la legión extranjera en ese gentío. Pyotr seguía en la barra. Gracias a Dios, había caído dormido. Lo desperté, y lo ayudamos a caminar. Lo llevé hasta la puerta y le hice entender que tenía que esperarnos ahí. Lara entendió. Lara se quedó. El aire fresco lo ayudó bastante. Volví a entrar, para buscar a Vera y Nikolai. Vera estaba buscándonos a nosotros y a Nikolai, como dije antes, lo encontramos a los besos borrachos con una señorita. Salimos a la puerta, yo escoltaba a Vera y su amigo nuevo, y a Nikolai y su amiga nueva. Pyotr estaba hablando con otra chica en la puerta, pero no prosperó el intento. Los 7, subimos por Ricardo Rojas, buscando el hotel.

Fue bastante extraño todo. Gente desconocida, idiomas contrastantes, la traductora oficial enroscada como una boa con su presa, un ruso ebrio tirado en un sillón. Otro ruso hablando con su amiga y mirándome a mí. Demasiada gente en un mismo lugar. Demasiado raro todo.

Lara y yo optamos por aislarnos en una habitación. Seguimos lo que habíamos empezado, y no podíamos ni queríamos entreverarnos en esa imagen confusa que era la habitación de los muchachos. Su boca, bonita y perfecta, no se cansaba de besarme y de decir cosas en ruso, que sonaban bien, excitantes, pero que jamás sabré que significaban. Compartimos caricias, besos, sexo, con la única particularidad de las extrañas palabras en ruso. Una delicia. Solo nos faltó charla, pero teníamos unas expresivas miradas para suplantarla. Fue la coronación de un día alcohólico y maravilloso. Dormimos lo que quedaba de la noche. Sin ganas, me vestí, me despedí con un beso, y fui a intentar trabajar. Vera, me había dado el teléfono del trabajo, para mantenernos en contacto durante el día, y organizar la próxima noche. Caminé hasta la terminal del tren Mitre y me baje en la estacion Carranza, donde estaba mi trabajo.

Cuando hablamos, a Vera le encanto la idea de ir al café Tortoni ese jueves a la noche a escuchar tango, tal vez jugar al billar, y seguro, ver al negro Dolina.

Nos divertimos más que el día anterior, después del programa, caminamos por avenida de mayo hasta el congreso, y de ahí, volviendo por corrientes, hasta el bajo. Los teatros estallaban y los cines también, la gente se agrupaba en las salidas, en las pizzerías, debajo de las luces brillantes. Mis nuevos amigos estaban encantados por la ciudad que no dormía. Vera y los muchachos, optaron por seguir la parranda del día anterior. Lara y yo optamos por volver al hotel temprano. No podía esperar para volver a vivir esa experiencia alucinante. Otra vez, palabras extrañas, miradas inolvidables, y abrazos, y caricias. Pero esta vez, los dos sabíamos que era la última.

El viernes a la tarde, cuando Vera saliera de trabajar, los cuatro volarían a El Calafate, para visitar el glaciar Perito Moreno, el Upsala, y probablemente cruzarían a Chile. De ahí, tal vez cruzarían el pacifico, quien sabe, o tal vez subirían por la columna de America.

Me despedí de Lara con un último beso. Me despedí de Pyotr y Nikolai con un fuerte apretón de manos (por las dudas), y de Vera, con un “hasta luego”.

Hable después de un mes al número que me había dado. Se alegro de escucharme. Quiso que nos juntáramos. Le pregunte por Lara, y por los muchachos. Ya estaban en Rusia de vuelta en sus trabajos. De vuelta en sus vidas. Vera terminaba el año de pasantía en unas semanas, y no sabia que iba a hacer.

Llamo para despedirse un 19 de diciembre de 2001. El 20, fui a Ezeiza, con la excusa de saludarla, lleve una partitura con una canción, para que se la diera a Lara. Prometió que así lo haría, me abrazo, y me dijo “gracias”. Luego de eso, subió por las escaleras a la sala de pre embarque. Y desapareció, marcando el final de una historia increíble. Con la primavera se iba ella y venían tiempos nefastos.

El 21, primer día del verano, desperté a la realidad con los acontecimientos que sumergieron al país en otra historia increíble. Un día que se recordara por siempre en la historia. Aquel 21, la tristeza me embargo por completo, al igual que a todo argentino en el país, y en el mundo.

Tal vez para escapar de esa tristeza, huí a Rosario para pasar aquel año nuevo, y cada vez que encendía la radio, teníamos un nuevo presidente. Pero eso… eso es parte de otra historia.

7 comentarios:

Onirica dijo...

Es una bellisima historia, de esas que te las acrodas y suspiras con añoranzas. ¿Nunca te imaginaste un reencuentro? Seria de lo mas loco.

Ahora si, me debes la historia de las minas del telo de la perla.

La heroina del silencio dijo...

me encanto, que lastima que no pusiste fotos de los rusos, seguro tienen pinta de simpaticos.

Nati Alabel dijo...

Qué lindo...ahora quiero un ruso...

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

A propósito de la encuesta, voté por la opición "todos", aunque secretamente (ahora no tanto), creo respecto al post que ésta es tu veta, la que te pinta.
En la que te movés como pez en el agua.
Abrazo.

Anónimo dijo...

me imagino la tristeza que viviste ese 21 de diciembre, yo también pasé por ese dia después, el que él otro toma un avión y se va de tu vida, quizas para siempre! El día despues te querés morir!
terrible!
muy buena la historia

Nacha dijo...

Muy -muy- lindo.

Laura dijo...

lindo, lindo, lindo....