martes, 30 de septiembre de 2008

De Rusia con amor - 3ra parte

Pyotr resultó ser un contenedor de cerveza de 500 litros. Lara y Vera, lo seguían muy de cerca en el score, mientras que Nikolai y yo eramos de los mas moderados. Nikolai preferia ver los miles de fotos enmarcadas y viejos carteles colgados de la pared. Yo preferia ver a Lara.

Entre una cosa y otra, se hicieron las 6 de la tarde y la borrachera ya asomaba bastante. Ahí estábamos los 5 apoyados en el estaño, pidiendo una y otra y otra cerveza, riendo y mirándonos con caras extrañas cuando alguna palabra que no entendíamos surcaba el aire. Y volvía a estallar la carcajada. Cuando se acabó la decimoquinta cerveza, decidimos que era hora de volver al hotel (de ellos) para que se prepararan para la noche.

En aquel entonces, yo vivía bastante lejos del centro, así que opté por aceptar la invitación de ducharme y cambiarme en su hotel. Compré un poco de ropa para salir. Recordemos, que aún en el 2001 existía la famosa convertibilidad y el dinero era casi una cuestión menor, así que compré una camisa, un pantalón, unas medias y unos interiores. Creo que el espíritu de camaradería reinante era fruto de la cerveza ingerida. De otra forma, jamás se me hubiera ocurrido encerrarme en un cuarto de hotel con cuatro rusos desconocidos. Pero, así como este episodio, tengo varios mas… que algún día narraré.

Por lo pronto, estábamos listos para salir, eran las 9 de la noche y enfilamos para un pequeño escondrijo tanguero sobre Paseo Colon, por allá por San Telmo, casi frente a una estación de servicio Shell. Los rusos estaban enloquecidos, el ambiente era fabuloso, y aquella noche una tanguera de las de antes desgarró el aire con su voz potente y triste. Hasta despunté algunos pasitos con Lara, que se animaba a bastante mas que yo, porteño natural. Pyotr seguía tomando cerveza, demostrando una capacidad increíble para almacenar líquidos peligrosos. Kolya, estaba en un franco plan de diversión. No importaba que pasara, el siempre gritaba algo que parecia ser un aullido de felicidad. Primero festejámos sus intervenciones, pero lentamente se hizo insoportable escucharlo cada 15 minutos. Terminamos por ignorarlo cruelmente.

Salimos de ahí a las 12 de la noche, y los pequeños rusos no tenían muchas ganas de dormir. Eso estaba más que claro. Los subí nuevamente a un taxi (San Telmo es jodido un miércoles a las 12 de la noche) y le dí nuevamente las indicaciones al tachero, y con Nikolai nos subimos a otro atrás. El destino eran los bares irlandeses de Retiro. En el viaje, Kolya, se asomaba por la ventanilla, y seguía gritando como desaforado, mientras el taxista me miraba de reojo por el espejo retrovisor.

- Es ruso… - le dije, como si eso fuera un buen justificativo
- Y si, los rusos son así…
- ¿Conociste muchos rusos?
- No, este es el primero
- …
- Y espero que el último.
- ...
- ¿Podes creer que llegaron al espacio antes que nosotros estos boludos?
- ¿Y para que querríamos nosotros llegar al espacio?.
- …

Viajamos en silencio, hasta llegar a retiro, silencio interrumpido sistemáticamente por Nikolai que seguía asomado como perro que lo llevan a pasear.

Llegamos al Kilkenny, me bajé, y pague el taxi de la primer misión rusa, más el mío. Era un gesto necesario en ese plan de levante que había empezado a pergeñar algunas pocas horas atrás. Entramos, y empezamos a pasar entre la gente, el lugar estaba atestado. Francamente no creí que Pyotr siguiera tomando, pero me equivoqué. Se pidió una de esas tablas con 6 tipos de cervezas, y las liquidó antes de lo que creía humanamente posible. Después de eso desapareció en la multitud. Vera que era la intérprete, desapareció también, pero atrás de un morocho enorme. Evidentemente, la cacería había comenzado. Me quedé entonces con Nikolai, el ahora conocido como "perro gritón", y con Lara, que ya estaba un poco aturdida por el trago constante. Un poco.

¡Recordemos que estábamos tomando sin pausa desde el mediodía!.

Yo tuve que hacer varios altos, ya que si bien estaba acostumbrado a tomar fuerte, también tenía límites humanos. Los rusos no, y supuse entonces que por eso habían llegado antes que nosotros al espacio. Lo resistían todo.

Conseguimos unos bancos en el primer piso, (están frente a unas pequeñas barras individuales) y nos sentamos. Lara quería comer algo, y lo demostró con gestos, lo cual fue bastante triste de ver, pero divertido de recordar. Me levanté, y Nikolai me acompañó. Llegué a la barra y pedí pochoclo salado, y una tabla de quesos. Mientras esperaba, lo miré a Nikolai y sonreí, frente a ese rostro feliz, y le dije “la estas pasando bien ¿eh?”. Por supuesto no me entendió. De pronto, me tomó la cara con ambas manos, y me besó.

En la boca.

Miré de reojo al costado y veo al flaco de la barra, que estaba con la taba de quesos y el pochoclo, mirándonos. Quise explicar algo, pero la mirada de “no me interesa” fué mas fuerte. Agarré la comida y me fuí. Le hice saber a Nikolai que no me interesaba otro de esos besos, y lo entendió, supongo que por el tono de voz. Para mi asombro, al instante se fué detrás de una mujer. Magnifico tipo este, que aparentemente le gustaba todo lo que habia en el mercado. Mas tarde lo vi por ahí, tirado, a los besos con la misma señorita. A mí entonces, me había quedado a cargo la hambrienta Lara.

Lara era muy bonita, con su pelo negro corto y sus ojos celestes, su piel extremadamente blanca, su sonrisa cautivante. Comimos, reímos, y le tomé la mano como por descuido. Intenté hacerle entender que me cautivaba, que me parecía hermosa. Ella ya lo sabía.

Nos besamos largamente. Besos ricos, besos suaves. Besos rusos y argentinos, se me ocurre que fueron besos internacionales. Después de eso, nos abrazamos, agradecidos.

---------------- continuara ------------------------------------

5 comentarios:

Nati Alabel dijo...

Jaaa!!! Andá a saber qué entendió Nikolai...muy buena anécdota!

Onirica dijo...

Como que continuara???? Dale nene... que me mata la curiosidad... aparte quiero que termines con esta historia asi contas la de las minas en el telo de La Perla, que me juego la cabeza que era el Bering... porque es el unico en La Perla. jajaja.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

uufff... estoy medio en dope de sólo leer el post.
¡quiero más!

Andrea AB dijo...

uh!! la cerveza provoca ese tipo de alaridos pelotudos.. jaja
Cuando deje de tomar me di cuenta de que mis amigos eran bastante sosos porque solo largaban alaridos y exclamaciones toda la noche entre cerveza y cerveza :P

Fede Rico dijo...

copada la historia!