martes, 17 de febrero de 2009

El secuestro - De la colección CUERVO (CUentos Escritos al Real VOleo) - Parte V

Pensó en que fácil sería encontrarlo si rastrearan el celular que había hecho la llamada, pero claro, evidentemente, nadie además de su familia sabía del secuestro. Y entendía que el motivo por el cual no habían hecho público el secuestro era mas que evidente.

Cuando el jefe se fué, Marcos quedó no solo confundido, quedó desolado. Todo aquello que lo había enorgullecido, ya no le provocaba mas que rechazo. Hasta recordaba su forma de hablar y sentía rechazo. Ursula. Su familia tradicional de la zona pudiente de la ciudad. Los picaportes de bronce que lustraba Irma cada mañana con la pasta de pulir, esa que en los porteros eléctricos termina por dibujar, aún a disgusto de esos pulsadores circulares, una cuadrícula perfecta, fruto de la practicidad y un poco de la vagancia de los encargados de edificios.

Sentía rechazo de lo que había sido su vida. De su padre con un pasado turbio, su madre cómplice y silenciosa. Marcos empezaba a sentir que no conocía a su familia.

Le acercaron a Marcos algunos libros, revistas, el diario del día. El diario, claro, no decía absolutamente nada. Y así fué lentamente cuajando la idea de que no le habían mentido. Llamó al jefe de la banda, que no tardó en aparecer.

- Prestame el celular - pidió Marcos
- Si... ¿y las llaves de tu auto no queres también? - le respondió con ironía
- Prestamelo... lo necesito para terminar esto.

Al principio, el jefe lo miró extrañado, pero entendió lo que estaba pasando. Marcos había reaccionado mejor aun de lo que el esperaba a sus palabras. Cuando lo tuvo, llamó a su padre.

- Habla Marcos - dijo secamente
- ¡Hijo! ¡te dejaron libre!
- No. No me dejaron libre, y no soy tu hijo.
- ¿Que?¿pero que te hicieron?
- Que me hiciste vos... preguntate eso... que nos hiciste a todos
- No entiendo...
- Nos hiciste cómplices, y asesinos, y delincuentes de la peor calaña

No hubo respuesta. Marcos terminó de entender.

- Y pagues o no pagues el secuestro - siguió Marcos - cuando salga de acá, te va a tocar a vos.
- ¿pero que decís Marcos?
- Que cuando salga, te mato.

Cortó. Dejó el celular en el piso.

- ¡Hijo de mil putas!¡Ese hijo de mil putas me dió toda mi vida lecciones de moral! - gritó.
- Tranquilo Marcos... tranquilo... acordate que todo se paga en esta vida.

Los acontecimientos se sucedieron a una velocidad escalofriante.

A la mañana siguiente el dinero estaba en una bolsa de consorcio, en el estacionamiento del supermercado. Por la tarde entró el camión de la basura, levantó todas las bolsas de los tachos, incluída la del dinero. Nadie estaba vigilando. Nadie estaba filmando ni esperando señales.

Marcos abrazó con una fusión de culpa, amargura, odio, y agradecimiento a ese desconocido que lo dejaba en libertad. "Síndrome de Estocolmo" pensó, pero sabía que no era ese su caso.

Marcos fué dejado esa misma tarde en un descampado del conurbano. Con las llaves de su auto, y plata en el bolsillo. Se subió a un taxi y fue derecho a buscar su auto. Recordaba perfectamente que tenía una pistola 22 en la guantera.

Cuando llegó a casa, hubo gritos, llantos, abrazos interminables. Hundió como en el sueño, su nariz en los rulos de Florencia. La besó, y le dijo "te amo" innumerables veces. Después de una hora, se subió al auto y se fué, armado, derecho a su casa paterna.

La idea en la cabeza de Marcos no había cambiado en lo mas mínimo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

uy!!!! me hace acordar a unos vecinos que tuve, los Puccio, que vivian de los secuestros. Hijos metidos en el tema, todos involucrados...
fuerte la historia!

El gato vagabundo dijo...

Si! yo pasabia siempre por la casa de los Puccio... tenes razon... se les parece un poco la historia!

Mona Loca dijo...

Nooooooooooooooo!!!!!!!!!
Cóooomo!! Cómo no se llevan la guita!

Está bien que lo que querían era una revancha, pero...

Anónimo dijo...

Glup...
ESA idea??

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Espero post del próximo capitulo del folletín (dicho con el mayor respeto).