martes, 7 de julio de 2009

Cualquier verdura

Cosme era un chico de barrio. Era lo que podríamos llamar un chico "Topper". Precisamente su calzado, tanto en verano como en invierno, eran esas zapatillas ácronas, apolíneas, níveas, permeables, que permiten tanto el ingreso del frío en invierno, como la fuga del calor en verano.

Cosme era hijo de trabajadores. Y por ese motivo, sumado al desempleo arraigado tan firme a este territorio desde hace décadas, tuvo la necesidad de salir a trabajar antes de poder terminar el tercer año del industrial.

Florencio tenía una verdulería en la avenida. Siempre me pareció algo gracioso, que Florencio tuviera una verdulería. Suponía yo, que por su nombre, debería haber sido florero, y tal vez por eso yo lo había bautizado "Verdurencio". Recuerdo aun el día en que se lo comenté a Cosme mientras bajaba los cajones de la F-100 de Verdurencio, de color antioxido y con el chasis quebrado entre la caja y la cabina. No pudo contener dos cosas: La carcajada y el cajón de tomates que cargaba.

Verdurencio tenía un hijo también, de la misma edad que Cosme, al que clementemente había llamado Pablo. Y Pablo era, quierase o no, también el dueño del boliche.

Las tareas se dividían en administrativas, de servicio, y de carga.

Por supuesto Verdurencio ejercía las administrativas como facturación, cobranza y sueldos.

Pablo, ejercía el servicio. Sus "herramientas de management" eran las frases "que va a llevar doñita" o "tenemos unas manzanas de Río Negro que son una delicia". Claro, las doñitas tenían de 70 para arriba, y las manzanas eran una porquería cosechada en vaya uno a saber que lugar. Acostumbrado entonces a mentir, Pablito se fué forjando en la trampa, el consentimiento de papá y la tortura y escarnio del pobre Cosme. En la cadena alimenticia, Cosme era el cuis, indefenso, corriendo a su cueva en cada ataque del carancho.

Cosme se dedicaba a bajar los cajones de la camioneta, a lavar las papas, a acomodar las frutas, a armar y desarmar cada mañana la pirámide de cajones frente al escaparate. Pero no solo eso. Cosme salía de su casa muy temprano, porque al mercado de abasto, Pablito no iba. A esa hora el hijo dormía calentito en su cama, mientras Cosme se calentaba las manos en la camioneta con el aliento y los guantes de lana, pensando en cosas alegres para no ver la realidad de cada madrugada: cargar, cargar, cargar. A la tarde, Pablito se iba temprano, y Cosme se quedaba a cerrar a las ocho de la noche. Llegaba a casa, baño, comida, y a la cama.

Pablito tenía la costumbre poco amable de llamarlo a Cosme según su antojo. Un día, podía ser "cabeza de tapioca", o "lustra pepinos", o simplemente "el nabo". Así también existieron "cara de mandioca", "cara 'e naranja", y además, todo aquello que pudiera significar un ataque directo, con claras referencias sexuales. El pepino, la zanahoria, el nabo, la batata, la banana y otros tantos, eran comunes en el trato hacia Cosme. "¿Cuanto hace que no ves un pomelo Cosme?" vociferaba el niño, festejado por la risotada de Verdurencio.

Cosme callaba. Si reaccionaba, perdía el trabajo. Y realmente lo necesitaba para arrimar un poco mas de ayuda a los platos de su casa.

"¡Che Cosme! ¿Viste los melones?" le gritaba Pablito, riéndose con dientes apretados y los cachetes rojos. Y Cosme señalaba al fondo del local.

Durante años, esa relación fue igual.

Pablito un día, cumplidos los 20 años, se puso de novio con una mujer hermosa. Muy hermosa, para ser justos. El pelo negro caía en cascadas sobre su espalda, haciendo una onda sobre la cola perfecta. Los ojos grandes, marrones y brillantes, los rasgos delicadísimos, la piel morena, la sonrisa cautivante y los pechos pequeños. Se llamaba Susana y Pablo la había conocido en un boliche. Cosme no podía entender como una flor delicada como ella, podría querer tener brotes en Pablo, que era tan delicado como una papa negra, y tan agradable como comerse una cebolla cruda en ayunas.

Al poco tiempo, Susana se anotició de la presencia de Cosme. Sintió el haz de su mirada en la espalda, que quemaba, como ese haz de luz solar que de chicos concentrábamos con la lupa. Al darse vuelta, Cosme seguía acomodando naranjas o dibujando en los cajones con las manzanas envueltas en papel violeta. Al principio, le causaba gracia el juego, pero con el tiempo la gracia troca en curiosidad, y la curiosidad en deseo. Ella sonreía.

"¡Que le puede haber visto a este idiota!" - gruñía Cosme cada vez que la veía.

Cierto día, Pablito había salido al banco. Y Susanita llegó a buscarlo. Pero se encontró con Cosme.

- Hola Cosme... ¿no está Pablo?
- Salió unos minutos - balbuceó Cosme en su timidez
- Ah... bueno, lo espero.
- Si... ya debe estar viniendo.

Cosme hizo un alto en su tarea, se incorporó, y no pudo evitarlo. La miró a los ojos.

- No entiendo Susana... en serio. Te juro que no puedo entenderlo.
- ¿No entendés que, Cosme?
- Pablo. Vos. No entiendo. Sos una flor delicada y perfecta, hermosa, única... y Pablo.... no.

Susana rió avergonzada. Cosme se dio cuenta de que había comenzado la guerra de Troya, y ya no podía echarse atrás. Solo quedaba un camino y dos opciones: La gloria o la muerte.

- Pablo es burdo, consentido, bruto, cruel. Y vos no pareces tener nada en común con el.
- Es lindo...
- ¿Lindo? ¡Si parece que hubiera salido de la caverna justo después de hacer pintura rupestre!
- ... lo que me decís. Eso es lindo.
- Si fueras cruel, maleducada, sin gracia, sin nada que te hiciera como sos ahora, lo entendería...
- ... pero...
- Pero... sos hermosa, dulce, educada...

Cosme se acercaba peligrosamente al área. Si la besaba, ahí iban a haber volar los repollitos de Bruselas. Aunque ella podía agarrar para el lado de los tomates y enojarse.

De cualquier manera, valía la pena plantarle dos mandiocas de las más largas en la frente a Pablito.

Cosme se sacudió las manos, se desató el delantal y lo dejo en la balanza colgante. Se acercó midiendo las reacciones de Susana. No había nada que le impidiera llegar a destino.

Cuando estuvo bien cerca, Susana entreabrió sus labios de cereza, mirándolo fijo con sus ojos de avellana, mientras Cosme rodeaba su cintura y la arrebujaba contra el. De pronto la verdulería se estaba incendiando, mientras el mundo no se daba cuenta de nada.

La venganza de Cosme había llegado sin que el lo notara. Y sabía dulce, dulce como una mandarina recién cortada, dulce como las uvas negras. Dulce, como los labios de Susana.

Cuando Pablito llegó, preguntó a Cosme si había novedades.

- No... Nada. Ahhh... pará, si, vino Susana a buscarte...
- ¿Y que dijo?
- Nada... nada. No dijo ni una palabra.
- Bueh...


Cosme siguió acomodando cajones mientras esperaba que Susana viniera mas tarde a terminar su relación con Pablito. Miró de reojo al hijo del ausente Verdurencio, vio el lápiz acomodado arriba de la oreja, y pensó:

- Y yo tampoco voy a decir ni una palabra... ¡cuernos de mandioca!

13 comentarios:

Lor dijo...

Hola Gato!!!
Me encanto tu relato...
Muy mucho

Pregunto: Venis para Capital?

Beso

El gato vagabundo dijo...

Lor: ¡Me alegro!. Supongo que en agosto voy a andar por alla. ¿Por?¿Necesita alfajores o peperina o algo asi?

Lor dijo...

No! Porque con Cesar, Franvico y M pensabamos juntarnos para vernos las caras!
Se que Fran vive en la Provincia de Buenos Aires y venia en julio tal vez, y faltas tu!!!!!

Te gustaria que nos juntemos?

laura dijo...

ajajajja, bien por Cosme!!! dulcísimo sabor el de esa venganza.

anda haciendo reparto de peperina diga???

María Pía dijo...

ja ja ja ja ja ja ja, me encantó. Moraleja: no menospreciemos a los que aparentan ser idiotas.
Ahora decime, por qué será que la mayoría de los "Cosmes" tienden a ser medio nabos???????
Yo conozco a dos o tres y te diré que muy "brishantes" no son.
Qué mala soy.

Nati Alabel dijo...

Jeje, me gustó el cuento! una venganza para Cosme ;)
Venís a la Capital? avisanos!

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Muy bien pintados los personajes...
Como siempre, bah.
Un abrazo, Diego.

Canoso dijo...

Hola Gato:
Me gustó el argumento del cuento. Tal vez el único detalle está en el lenguaje de Cosme.
Demasiado pulido para una persona de su condición social.
Pero es sólo un detalle mínimo.
Un saludo y espero más relatos como este...

Viejex dijo...

Chupate esa mandarina, Verdurencio!
Muy bueno, gato.


P/D: En Tigre le espera un asado, si gusta y puede. Avise con unas horas de anticipación.

Mona Loca dijo...

O sea...la moraleja es "cuidado con los chicos Topper"?

Es como dice Martín Fierro, nomás.
Hasta el pelo más delgáu hace su sombra en el suelo.

El gato vagabundo dijo...

Lor: Bueno, dale.

Laura: Si!. Me crece en las macetas de los malvones!.

Violeta: No se porque... a mi me suenan a talquera. Ahora, la razon, ni idea. ¿Viste que no sos la unica loca?

Natalia: Lo haré!

Claudio: Si usted supiera lo reales que pueden llegar a ser!

Carugo: Ojota Carugo, nadie dijo que eran de una clase social marginada. Simplemente como muchos, el viejo de Cosme se quedò sin laburo y empezo a hacer changas, y Cosme tuvo que dejar el secundario.

Viejex: ¡Encantadisimo! Le aviso con tiempo.

Mona: la moraleja es "todo lo que haces se te vuelve". Asi que ojo con lo que hace.

Acerbus dijo...

¡Muy bueno!
Me gusta cuando el "vivo" se ve humillado.

El gato vagabundo dijo...

Es cierto Acerbus. Es como una sensacion de que la justicia existe.