lunes, 29 de septiembre de 2008

De Rusia con amor - 2da parte

Tome el mapa con resignación, y lo di vuelta. Sonrió e hizo una mueca de “ahora si”. Le hice entender mediante señas y dedazos al mapa donde estábamos parados. Se adueñó del silencio como quien se sabe en riesgo de muerte, acechado cruelmente por un asesino. Permaneció en silencio ante la impotencia de la barrera idiomática. Ante un potencial asesino, que mata con vergüenza e indiferencia. Y entonces, cuando se hizo imperante, habló.

- I erdu drujish… - dijo el
- Claro… ganó el domingo 2-0 y esta a 3 puntos de River – le conteste sin esperanzas
- I erdu drujish… drujish… frens… frens
- … - esta vez el silencio fue mío
- Frens … drujish
- ¡¡ Umesh !!

En eso estabamos enfrascados, hablando apasionados como comerciantes turcos en el Deli Bazaar, cuando se nos acercaron dos mujeres y otro hombre. Jóvenes también. Las mismas características. Belleza. Rasgos duros y armoniosos. Los mire con la desesperanza encarnada. Mas rusos. Mas “umesh”, mas “frens”, mas “drujish” y esas cosas. Mas papa, arvejas, zanahoria y mayonesa. Mas ensalada rusa.

Y ante la imposibilidad de acercarme a cualquiera de las damas, por el idioma y porque evidentemente eran dos parejas, iba a ser difícil que optara quedarme, eso prometia ser una tortura, y además, se me hacia la hora de volver al curso. Igualmente, cualquier excusa me hubiera servido de escape, ya que aparentemente no entendían nada de lo que podría decirles. Y entonces una de ellas hablo con acento raro.

- Pyotr no entiende castellano…
- Ah… Pyotr… ¿Qué es i erdu drujish?
- “Espero a unos amigos”… nosotros somos sus amigos
- Claro… drujish… frens… friends…(seguro lo habian aprendido de la serie)
- Mi nombre es Vera, ella es Larisa, y el es Nikolai
- Diego. No tengo nombre sofisticado como ustedes…

Vera, que oficiaba de intérprete, estaba viviendo hacia unos meses en Buenos Aires. La unión europea la había enviado a hacer una pasantía en una empresa de aguas comprada por una firma francesa. Larisa (su diminutivo era Lara), Pyotr (Petya) y Nikolai (Kolya) eran viejos amigos, desde la infancia habían soñado con cruzar el ecuador y conocer el otro lado del mundo. Andaban haciendo turismo en la ciudad, y buscaban en el mapa sitios interesantes. Por supuesto, en el frío mapa, nada de lo realmente interesante aparecía.

- ¿Dónde podemos pasar la tarde? – preguntó Vera
- Bueno… hay tanto para ver…

Vera me mostró el mapa, con esperanza de que le marque con exactitud donde se encontraban los lugares interesantes, o lo que es parecido, donde encontrar buenos momentos. Me dije entonces, que era imposible. O me integraba al grupo sovietico, o me desentendia del asunto, y salia corriendo al grito de “vamo vamo Argentina”.

Mire el reloj, el curso había arrancado ya hacia 10 minutos, y tuve que decidir si oficiar de guía con estos simpáticos visitantes, o volver a dormirme viendo la historia del MIDI y su línea cronológica de progreso. Me ofreci a acompañarlos, y aceptaron de buena gana.

En 15 minutos, taxis mediante, estuvimos en el bar Dorrego de San Telmo. Nos sentamos en la vieja barra, y ante la mirada agria de los mozos, nos apropiamos de varias compoteras de plastico llenas de mani tostado, y pedimos tambien cerca de 12 cervezas de litro durante aquella pegajosa tarde de verano.

3 comentarios:

Onirica dijo...

Guauuuuu.... y todo por dar vuelta un mapa. Me siento culpable, ya que durante la ultima cumbre de las americas un yankie me pregunto para que lado quedaba Miramar y lo mande de Santa Clara, jaja. En ese momento me parecio gracioso. Perdon, :(

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Apoyo la decisión, Gato. Esos cursos son invariablemente embolantes.

Andrea AB dijo...

jaja.. que buena la ensalada rusa!!!