lunes, 15 de diciembre de 2008

"Apostar para vivir. Vivir para apostar" - De la coleccion "cuentos escritos al voleo"

Claudia apostaba como forma de vida. Desde temprana edad, había tenido que salir a ganarse el pan. Y como había podido sentir en carne propia, lo único que conseguía era subsistir a duras penas.

Habían pasado distintos estadistas desde que sus 15 años la encontraron cosiendo ropa para una fabrica de camisas. Ninguno de ellos la había ayudado mucho.

Una madre ausente y un padre empleado en el obraje maderero no pudieron seguir pagando su educación. A eso, se le agregaron las inundaciones del Paraná, que implacable, y bastante seguido, arrastraba lo poco que habían conseguido para tener una vida un poco mas digna.

El sueño de Claudia, desde los 20 años, había sido darle a sus hermanos una vida mas blanda.

Claudia cumplió los 25 años y la desilusión era su característica principal. Recordaba cuando a los 18, le dijo a papá que se iba a la capital federal, a intentar un sueño. Un sueño recurrente en muchísimos corazones que viajaban apretados, por la mañana, en el tren San Martín.

Cada tanto, recibía una carta (papa y los chicos no conocen eso que por acá llaman e-mail), donde le contaban cosas lindas de su tierra. Ella sabía por las noticias que había más para contar, pero que no querían preocuparla, preocupándola más aun.

Claudia apostaba a todo cuanto podía. No era una compulsión, era la extrema fe en que una vida mejor era posible. Así, una tarde, apostó lo último que le quedaba en los bolsillos. El día del cumpleaños numero 40, aposto lo que restaba de su sueldo a las cuatro cifras de una quiniela. El 22 de febrero, ella cumplía los 40. El numero, el 2240, a la cabeza. Cuarenta y siete pesos con cincuenta centavos. Sabia que esa era la ultima y desesperada llamada, antes de un decidido abandono. Le pidió una última mano al gauchito Gil. Si esta vez no salía, ya no creería en nada, ni en nadie, y tal vez se dejaría morir, debajo de un puente, o en alguna plaza.

Claudia dejo su corazón en la agencia, sus posibilidades de cenar, su viaje de mañana en el tren.

Aquel miércoles, caminó como siempre a la estación, con la intención de tirarse debajo del tren que la llevaba a retiro cada mañana. Sin ninguna esperanza, le pidió al canillita que la dejara hojear el diario…

Caía la tarde en el río Paraná. Un hombre viejo, en una silla, acompañado por sus hijos, leían una carta, con los ojos llenos de lágrimas. La carta había llegado a la mañana temprano. Claudia se despedía de todos. Decía que abandonaba esa vida para siempre, con la intención de que su nueva vida le diera alguna de las tan ansiadas satisfacciones.

Por la noche, unas luces en la entrada de la casita del viejo, partieron la oscuridad y el silencio. Una bocina insistente, pedía que se le abriera el paso.

Nito, el más chico, fue corriendo hasta la tranquera, con un sentimiento extraño. Algo le decía que la tristeza que sentía estaba fuera de lugar.

- ¡Abrí Nito Carajo! – grito la mujer

Nito sintió que el corazón le iba a explotar. La voz de Claudia fue tan clara como extraña. No se oía la tristeza, sino la euforia.

“¡Abrí Nito!” dijo ella. Retumbaba la frase en su cabeza, sin poder reaccionar. ¡Pero si Claudia se había despedido en una carta!

Claudia llegó al miserable ranchito, con una camioneta nuevita, solo con un poco de barro fresco del camino hasta su casa. La camioneta venia llena de cosas. Regalos para todos.

Abrazo a cada uno de ellos. Nadie entendía que pasaba.

- Nena, que pasó, no entiendo…
- Papi… se terminó el obraje, se terminó el hambre, se terminó la ignorancia…

En sus manos, un puñado de billetes nuevos resaltaron en la noche ribereña.






En un lugarcito por demás lindo, en la entrada del flamante camping, allá por Entre Rios, hay un monumental altar del gauchito Gil…

10 comentarios:

Nati Alabel dijo...

Bien ahí. Ni a palos me había imaginado esa historia. Iré pensando pedidos!

El gato vagabundo dijo...

Naty: Lo dicho. A pedido. Ya que salen asi de rapido, hay que aprovecharlo!

Paula dijo...

Es perfectamente verosímil. Al Gauchito las cosas le salen así: con final feliz.
Bien lo suyo, don Gato.

ElFlaco dijo...

Gato me resisto a los pedidos, prefiero los cuentos al voleo, son como mis humildes cuentos de los miercoles, sin pensar, sin decidir solo el teclado, yo y alguna luz que depierte mis dedos.
Pero con pedido o sin ellos lo suio maestro es un placer para la mente y el alma.
Mis congratuleishon!

Lu dijo...

Me encantó este cuento, como que me hizo poner contenta, jaja. Suerte que lo leí después del de ernesto y Celeste, porque ese otro me había dejado con bronca, jaja.

Besos.

El gato vagabundo dijo...

Baterflai: Dicen que es milagroso el GG. No se. Yo siempre le toco bocina en la ruta para saludarlo. ¿me ganare algo esta navidad?

Flaco: Uste no habra votado por casualidad por el si... ¿verdad?
Tanta felicitacion... tanto le soba el gaucho el lomo al pingo... pa mi que me quiere culeá usté!
Hablando en serio, gracias. Seguire adelante.

Lucrecia: Lo bueno es despertarte este tipo de emociones. Lo malo, es que te queden instaladas un rato largo. Son cuentos, solo eso. Para disfrutarlos u odiarlos. Se viene una tanda de cuentos con final feliz.

La Rusa dijo...

GAtito querido (si me permite llamarlo asi)

Muchas veces comentó en mi blog y vaya uno a saber por qué nunca había entrado al suyo.

Un alimento para el alma. Gracias

El gato vagabundo dijo...

LR: Pero claro que le permito!. A veces, nos aburrimos de lo que leemos siempre, y salimos por cosas nuevas, que nos sorprendan. Tal vez hizo falta un gran aburrimiento para descubrir esta humilde bitacora.

Que te quede claro rusa, sos muy bienvenida.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Qué lindo, una historia con final feliz...

La Rusa dijo...

Hombre memorioso y que lee entre lineas... a vos te permito usar mi apodo