lunes, 15 de diciembre de 2008

Noches de Radio - De la coleccion "cuentos escritos al voleo"

Ernesto trabajaba en una fábrica, en el interior de Córdoba. Y un día, se quedó sin trabajo. Intento algunas cosas orientadas al diseño grafico, porque era un artista natural, para el dibujo, también para la canción… Pero las computadoras, tal vez un poco el tiempo, todo le jugó en contra. Y lentamente fue deteniéndose la impetuosidad que lo empujaba desde su adolescencia. Se pasaba el día durmiendo. Estaba desempleado. Y triste.

Pasó un tiempo lamentando su suerte, mientras seguía tocando la guitarra en algún que otro evento, como para poder comer algo.

Cierto día, alguien le recomendó hacer un programa de radio, con su voz privilegiada y sus conocimientos de música, podría tranquilamente cubrir una hora, y tal vez con la publicidad, pudiera hacerse de un sueldo digno.

Juntó coraje y se fué a la radio local. Lo tomaron al instante, para leer los titulares de los diarios, dar la temperatura, y a veces hacer algún comentario.

La gente, notaba en esa voz un potencial increíble, y progresivamente llamaron a la estación para pedir que ese locutor tuviera un espacio más grande.

Para ser breves, Ernesto pasó de comentar tímidamente cada tanto, a cubrir el horario de la noche, completo. 5 horas de programa tenía en la estación. Un programa para insomnes, para quienes manejaban taxis o hacían turnos por la noche. Un programa para gente que no duerme.

Musicalizaba, locutaba, y además producía su propio programa. Leía cuentos, o historias musicalizadas, charlaba con amigos, regalaba poesías al aire de autores conocidos, y otros no tanto. Y lo disfrutaba. Era feliz haciendo ese contacto con la gente, esa misma gente que un tiempo atrás, solo escuchaba señales abandonadas en la repetición eterna de un disco. Ahora, encontraban a otro ser humano, con sus mismos miedos, con sus mismos sueños.

Ciertamente su vida había cambiado, pero no tanto como aquella noche, en que llamo una mujer, llamada Celeste.

- ¿Con quien tengo el gusto? – Dijo como acostumbraba Ernesto
- Mi nombre es Celeste.
- Bienvenida al programa… ¿Qué nos querés contar?
- Soy insomne. Y no hablo de no dormir bien. No. No duermo hace años
- Imagino que consultaste a un medico…
- Si… varios… no pueden ayudarme
- Es raro, Celeste, que me estés llamando
- ¿Porque? – pregunto ella
- Porque este programa ya debería haberte hecho dormir hace rato…

Celeste rió con ganas. Ernesto la invitó al estudio, ya que, si no podía dormir, tal vez le gustaría formar parte del programa que la acompañaba a diario.

Al otro día, una chica, de rulos negros, mediana altura, bonita pero no llamativa, de una marcadísima delgadez, tal vez inducida por el insomnio, se presentó en la puerta de la radio. Al instante se reconocieron. Y desde ese día empezaron a delinear un programa maravilloso. Un programa distinto, con la sensibilidad de ella, y el carisma de el. El programa lentamente cambiaba, fue modificándose a diario, para terminar transformándose en un ser completamente nuevo.

Entre ellos dos, habían dado inicio a un programa viviente.

Ernesto comenzó entonces a recuperar aquella confianza que la desocupación le había arrebatado. Y con esa confianza, vino la fé en sí mismo. Y con esa fé, vinieron las ganas de volver a enamorarse.

Celeste pudo empezar a dormir un poco por las tardes, apenas unos minutos. Y empezó a mejorar su aspecto, porque de pronto, le habían vuelto las ganas de crear y creer. Y con esas ganas, vinieron los logros, y con esos logros el cansancio, y con ese cansancio el sueño y la lenta recuperación. Y con esa recuperación, con ese bienestar, volvieron también las ganas de enamorarse.

Y claro, se enamoraron. Ernesto se enamoró de ella.

Celeste se enamoró de otra persona.

Y lentamente ese programa comenzó a sentirse como una decepción. Y tambien como un desengaño. Alrededor del micrófono un huracán de pasiones desencontradas comenzó a llevarse lo que habían edificado a través del tiempo.

El programa se terminó de pronto, por la ausencia de anunciantes.



Celeste dormía plácidamente por las noches, ayudada por el sentimiento que le embargaba el corazón, y por la energía gastada en sus noches de placer.



Ernesto, desde hace años, no puede pegar un ojo.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantó.... está muy bueno el delivery de cuentos!!!! inceible la historia, ni se me hubiera imaginado.
Gracias Gato!!!!!
que capacidad!!!!

Lu dijo...

Naaahhhh... pobre Ernesto. Yo quería que se enamorara de él la otra turra!!! Y encima ahora duerme plácidamente Celeste. No vale. Así no vale.

Besos.

PD: Me encantó.

Anónimo dijo...

Muy buen relato. Muy estilo Dolina. Me gustó, gracias.

El gato vagabundo dijo...

Ana: Gracias por darme la idea!

Lucrecia: Claro! Yo tambien! Pero mi cabeza va para donde quiere y termina los cuentos de la manera menos esperada por mi.

Hugolatra: La verdad que es un halago mayor el suyo. Casi que demasiado para mi...

ElFlaco dijo...

"Es zonzo el hombre macho cuando el amore le domina"
Gato mas vale que haga lugar en el escritorio por que se le va a llenar la cucha de elogios mire vea!

Nati Alabel dijo...

Es un buen pie para escribir un guión de cortometraje. Visualizo perfectamente las imágenes y sonidos.

El gato vagabundo dijo...

Flaco: Ya revolié todo al carajo acá, hojas, calendario, taza y puchos. El teclado lo dejo todavia en el escritorio... le tomé un poco de cariño...

Natalia: Escribamos. Siempre quise llevar a la realidad las imagenes escritas.
Creo que seria un buen guionista.

Viejex dijo...

Buen final! Me gusta cuando un final me sorprende.

Acerbus dijo...

Me gustan las cosas que no son predecibles. Y los finales a contramano. Felicitaciones.

El gato vagabundo dijo...

Viejex: Herencia de Poe... aunque casi nunca sus finales eran buenos.

Acerbus: Entonces seguro leiste a Lovecraft y a Horacio Quiroga. ¿no?
Gracias por las felicitaciones.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Ni Quiroga, ni HP Lovecraft, ni Dolina.
Admitámoslo, señores: El Gato Vagabundo.
Qué tanto!

Laura dijo...

doy fe....el amor es el mejor remedio para el insomnio (entre otras cosas)