viernes, 5 de diciembre de 2008

A pedido II

Conversaciones con Luca – Segunda parte


El viernes siguiente yo ya tenía un buen plan para el fin de semana.

Bailar no me interesaba, divertirme para mi implicaba algún acto del cual me arrepentiría años después, y las mujeres en aquel entonces me parecían inentendibles e inalcanzables (bueno, no he cambiado tanto después de todo). Los planes normales de un adolescente no estaban en mis alternativas.
Yo, ya tenía un buen plan.

Ese viernes iba a ir a Palomar, pero esta vez, me iba a quedar hablando con el. Preguntando las miles de cosas que se me cruzaron por la cabeza durante la semana. Y el plan se ponía aun mejor. Pensaba festejar con el mi cumpleaños del 11 de mayo. Mi cumpleaños, acompañado por ese loco desconocido.

Llegue después de la hora habitual ese día. Pero descubrí que Luca no había ido aquella tarde, y no sabia si iría por la noche, que me sorprendió aun esperándolo. Con mi desilusión a cuestas, me quede emborrachándome en su mesa con mi cerveza. Me cante solo el feliz cumpleaños, y me fui al boliche Mirage.

No me dejaron entrar en mi estado, por supuesto, así que volví a la estación, y en la canilla del anden, me mojé el pelo, me peiné como pude, me arreglé un poco la ropa (aquel día había ido con una remera nueva, y pantalones sanos) y me jugué una carta en el salón de fiestas que estaba justo enfrente del bar, en la esquina, arriba.

Como era previsto, no me conocían, y entrar iba a ser un poco mas que difícil. Pero la casualidad hizo que un compañero mío de colegio estuviera adentro, y saliera a comprar puchos. Esa noche, pese a la decepción, comí como un cerdo, y hasta me cantaron el feliz cumpleaños entre todos los del salón, cuestión de la cual me arrepentí al instante, cuando un imbécil empezó a gritar “¡¡¡que diga unas palabras!!!” mientras me acercaba el micrófono.

Por suerte, mi compañero me tiraba letra acerca de la cumpleañera, y de golpe me encontré siendo nadador en el club Fiat, habia ido a catequesis, y vaya a saber que otras barbaridades debo haber dicho. El papelón fue inmenso.

Salí, por mis propios medios, sin invitacion, para evitar un momento impredecible.

Cuando crucé a la estación para volver a casa, lo ví sentado en la mesa de siempre. Estaba muy desmejorado. No lo veía bien. Pero igual me acerque. Y tuve una charla que jamás hubiera imaginado con el. No a mi edad.

- No sabes la noche de mierda que tuve – le dije
- Y vos no sabes la vida de mierda que tuve – me dijo cortante

Me quedé callado. Me miró, y notó mi vergüenza. Le pedí disculpas y dije:

- Si querés, contame. Me interesa lo que le pasa a un amigo.

Con esa frase creo que derribe muchos de los muros que había entre nosotros. Los muros de la diferencia de edad, de culturas, de forma de vida.

- Tengo una familia, hermanas, hermano, padres. Una hermana mía se suicido hace diez años… y todavía duele.
- Entiendo… por eso la ginebra, ¿no?
- Si pendejo… por eso… ¡GINEBRAAAA! – gritó, y soltó una carcajada.
- Hagamos algo – dije – hoy te traje mi cumpleaños de regalo. Vamos a dejar esta mierda acá…
- ¡¡¡VAMOS A COMER TORTA!!!

Conseguí un bar sobre Marconi, que tenia pastafrola. Compré lo que me alcanzaba con la plata que tenía, y volví a la estación. Me doy cuenta que siendo chico, yo razonaba como una persona grande. Busque pastafrola, ya que, si le llevaba algo de chocolate a su hígado maltrecho, lo iba a matar.

Comimos un poco en la mesa, sin tomar alcohol. El pidió café. Yo, agua.

- Nunca me voy a olvidar de este cumpleaños
- Es un cumpleaños feo – me dijo – estas borracho y con un loco alcohólico
- No. Estoy con vos, que me entendes… creo
- Vos sos un pendejo loco. Si cambias, te acepta la sociedad. Si no, vas a ser grande.
- ¿Como se llamaba tu hermana?
- Claudia, mi Claudia…
- Me duele por Claudia… pero más me duele por vos, que todavía la estas peleando.

Me miró, pero esta vez, esa mirada dura había desaparecido. Había ganado el paso una mirada triste, y agradecida. Una mirada casi llorosa.

Me dijo que iba a andar perdido un tiempo, supongo que tocando. Así que nos íbamos a encontrar después de unas semanas.

Le pedí que se cuidara, pero no como una forma de decirlo, sino como un deseo. Una necesidad de que esa persona única siguiera estando sobre esta tierra.

Lo dejé en la estación. Esa noche, no quise saber nada de tren. Esa noche, me volví en colectivo. El ya extinto 183, me llevó a casa después de rogarle al chofer que me llevara porque, según mi versión, me habían robado todo…


Estamos en el año 2008, 21 años después, y por las calles se suelen ver carteles de "Luca vive". La mayoría son puestos por chicos que descubren Sumo, o por viejos seguidores que cada tanto sienten la necesidad de decirle la verdad al mundo: “Luca vive”. Vive para siempre en mucha gente, creo yo.

Tal vez, algún día me anime un poco, me ponga una remera de los Sex Pistols, me pare los pelos que me quedan con un poco de gel, y salga con un aerosol a poner uno. Luca vive.

Eso si, si lo hago… lo voy a poner en la estación Palomar.

6 comentarios:

Nati Alabel dijo...

Grosísimo. Genial anécdota.

ElFlaco dijo...

Por un momento me senti ahi entre el baho de la ginebra,la deseperacion de la heroina y la masa de pastafrola.
Gato me parece que alguien o muchos ya te lo dijeron pero ESCRIBIS DE PUTA MADRE!!!!

El gato vagabundo dijo...

Naty: Si... me doy cuenta que guardé algo valiosisimo durante mucho tiempo. Recien ahora lo entiendo.

Flaco: Buenisimo que te haya llevado a ese momento! Fue asi, entre el quilombo de los autos y colectivos, los trenes que aun pasaban toda la noche, la gente... y ese mundo de ginebra y desesperacion, aislado, encontrando tan solo una mesita en el universo.

Y lo de escribir, me lo habia dicho mi mama solamente... gracias!

Wakapinka dijo...

Gracias por este nudo en la garganta (y no es ironía)
Beso, Gato

El gato vagabundo dijo...

Waka: Sigo publicando lo que estoy escribiendo, asi tienen para el fin de semana.

Anónimo dijo...

Lagrimas, aun no descubro si son de felicidad o de amargura. Igual son lindas.
Gracias Diego. Gracias otra vez.
Shei