A unos treinta kilómetros de la casa y el camión, el conductor encendió las luces.
Marcos tocó el portero eléctrico con cámara, de la casona que habían comprado sus padres allá por el año 83. Años convulsos, recordaba Marcos.
La arboleda frondosa, el barrio silencioso, lo obligaban a compararlo mentalmente con un, vaya comparación, tigre hambriento.
Uno podía caminar por sus calles, pero el barrio, aparentemente dormido y silencioso, estaba alerta, expectante, al acecho. Si una persona se ajustaba a las descripciones que manejaban las garitas de seguridad privada, en menos de treinta segundos se había convertido en presa. O preso, que era exactamente lo mismo en ese caso. En cinco minutos uno estaba siendo sometido en la comisaría local al interrogatorio más exhaustivo, al reconocimiento e indagación desmedidos.
El barrio, a pesar de su aspecto tranquilo y somnoliento, acechaba, y apestaba a crimen. A crimen y muerte. Olía a separatismo y ostentación, a soledad, a dinero, pero sobre todo, olía en todos sus rincones, a muerte.
Marcos tocaba, nervioso, con la mirada fija, la pistola cargada y sin seguro, que traía en el regazo. De pronto, el ojo electrónico habló.
- ¡Señor Marcos!. Le abro inmediatamente…
Marcos entró lentamente atravesando el jardín principal. Miró aquellos rosales, al jardinero al rayo del sol que lo saludaba sonriente, mientras transpiraba aquel sudor que le permitía ganarse el pan. Marcos detuvo el auto, se bajó, y se le acercó.
- Quiero pedirte disculpas por lo imbéciles que fuimos todos
- Pero señor – dijo el jardinero - ¿de que está hablando?
- Ni siquiera sé tu nombre… – dijo Marcos – de eso hablo.
- Mauro, señor. Me llamo Mauro Ayala.
- Mauro, ¿tenés hijos?
- ¡Si señor! – dijo con una sonrisa – tengo dos, uno más terrible que el otro
- Mauro, nunca, jamás, les mientas a tus hijos. Prometeme eso.
- Señor – dijo el jardinero – amo las flores, pero a nada amo más que a mis hijos.
- Me alegro Mauro… - dijo perdiendo la mirada en el cielo – Me alegro.
Dió media vuelta, y prefirió abandonar el auto y seguir el largo sendero a pie. Cuando llegó a la entrada de la casa, lo estaba esperando su padre.
- ¡Marcos!¡Que alegría hijo!¡Gracias a Dios! - Exclamó
- ¿Lo hiciste?¿secuestraste a un tipo en el 80?
- No se de que hablás – dijo el padre mirando hacia su derecha, abajo.
- ¡Secuestraste a un tipo, le sacaron todo lo que tenía, y no conformes, lo mataron!
- Entremos – imploró el padre – hablemos tranquilos.
Marcos entró, y la alfombra de entrada se sentía bajo los pies como un enorme charco de sangre. Veía como en una pesadilla, sangre en todas partes, en aquel jarrón valiosísimo, en esas pinturas originales en la sala, esas arañas de cientos de cristales, todos del color de la sangre. El rojo se empezaba a adueñar de todos sus recuerdos.
- Vine armado… papá…
El hombre ni siquiera se dió vuelta.
- En aquel entonces las cosas eran muy distintas
- ¿La muerte era distinta?
- Si. No lo entenderías. La vida en esos tiempos no valía de mucho.
- ¿La vida de un hijo tampoco?
El empresario secuestrador no tuvo palabras para eso.
- En aquellos tiempos, si secuestrabas a alguien, podía pasar por un desaparecido más
- Pero ustedes pidieron plata. No mucha, no. La pidieron toda.
- ¿Qué buscás con todo esto?
- Lo sabés. Mi secuestro terminó, pero vos no vas a salir indemne.
- Buscás una disculpa… entiendo… yo…
- Quiero la nota, reconociendo el hecho, dando nombres de cómplices, fechas, lugar donde está enterrado el cuerpo de ese hombre, todo.
- Supongo que entenderás lo que implica eso…
- Y después, hay dos caminos. O te pegás un tiro en la cabeza y salvás lo que queda de tu familia, o lo hago yo, y- arruino a mi familia también.
Llegaron al estudio, y entraron. El hombre se dirigió al escritorio, Marcos se le anticipó. Revisó el cajón, y extrajo el revolver que guardaba el padre.
- Me duele que pienses que soy capaz de matarte
- Me duele a mi, papá, porque se que sos mas que capaz de matar por vos.
- Esto – dijo extrayéndo una hoja de uno de los cajones – fue escrito hace veintisiete años.
- ¿Qué es?
- Lo que me estás pidiendo.
- Pero entonces… ¿¿¿porque esperaste a que me arruinaran la vida a mí???
- Nunca quise eso para vos. No tuve alternativa.
- ¿Hay alguien mas implicado en esto?
- Mucho mas arriba de lo que pensás. Nosotros hicimos el trabajo y cobramos. La orden venía de un militar en el poder.
Marcos estaba aturdido.
- Si hablaba, me mataban a mí, a tu madre, a vos y tus hermanos, a tus abuelos, el jardinero, tus amigos, mis amigos, el perro, los vecinos... Si decía algo, era el fin de todo. Y no hubo un solo día, en que no quisiera que todo esto se descubra. Yo fui un peón. Me levantaron una tarde en la calle, mientras iba a un banco. No elegí ser secuestrador. Me levantaron para matarme como a miles. Me llevaron a un lugar donde había mucha gente. Lo que ví y lo que oí, nunca lo voy a poder olvidar. Y pedí por mi vida. Pedí porque me dejaran ir, prometí que no iba a decir nada. Ese día, estaba el militar que ves ahí en la nota. Andaba por el centro ese de detención. Y la suerte o la desgracia, era que necesitaba a cinco personas para hacer un trabajo. ¿Entendés Marcos?
- ¿y si decías que no?
- Marcos, yo ya estaba muerto. ¡Todo el que entraba y veía lo que se hacía con la gente ahí, no podía volver a salir nunca más! ¿entendés?¡me dieron la posibilidad de mi vida!. ¡O hacía ese trabajo, y quedaba vivo, con mi familia, y con plata suficiente para no tener que hablar nunca, o me mataban ahí mismo, sin volver a verlos!
El padre de Marcos, recordó aquella tarde, en la que suplicaba por hundir su nariz en los rulos de la cabecita de Marcos y su hermano Alejandro. Casi igual, a lo que soñaba Marcos por las noches de secuestrado.
Un ambiente tenso se respiraba en ese estudio. Marcos, absorto, intentando razonar junto a su padre, callado, recordando el horror. De pronto, empezó a leer la nota de su padre.
- A mi me maldijeron Marcos. Para toda la vida. Y no solo a mi, a ustedes también. Y es mi culpa, única, exclusivamente mi culpa, mi elección. Tenía que decidir. Y vendí mi alma. Solamente por volver a estar con ustedes. Hace treinta años que no puedo dormir de noche, por eso, me veías hacer siestas cada tanto. Escuchándolos a ustedes jugar o pelearse.
Marcos seguía leyendo la nota, con la boca abierta.
- Esta nota es una maldición también. Si la publicás, va a ser una cadena de muertes, si no la publicás, vamos a seguir arrastrando esta maldición durante generaciones.
- No se que hacer… - susurró Marcos
- Si no me vas a perdonar lo que hice, o porque lo hice, preferiría que la publiques desde el extranjero, llevándote a tu madre, tu hermano, su familia… todos bien lejos.
Marcos sentía la cabeza envuelta en llamas. No podía pensar con claridad. La seguridad en la casa ahora si tenía justificativos. No le temían a los ladrones, como les habían explicado en su infancia. El terror era otro. Era peor aun.
- Lo de la familia del tipo fue una desinteligencia. Otro grupo tenía que terminar eso para que esto que te pasó a vos no sucediera nunca. Pero ellos apenas secuestraron al hombre, desaparecieron de su casa. Aún hoy los buscan, así que espero que sepan esconderse bien.
Uno podía caminar por sus calles, pero el barrio, aparentemente dormido y silencioso, estaba alerta, expectante, al acecho. Si una persona se ajustaba a las descripciones que manejaban las garitas de seguridad privada, en menos de treinta segundos se había convertido en presa. O preso, que era exactamente lo mismo en ese caso. En cinco minutos uno estaba siendo sometido en la comisaría local al interrogatorio más exhaustivo, al reconocimiento e indagación desmedidos.
El barrio, a pesar de su aspecto tranquilo y somnoliento, acechaba, y apestaba a crimen. A crimen y muerte. Olía a separatismo y ostentación, a soledad, a dinero, pero sobre todo, olía en todos sus rincones, a muerte.
Marcos tocaba, nervioso, con la mirada fija, la pistola cargada y sin seguro, que traía en el regazo. De pronto, el ojo electrónico habló.
- ¡Señor Marcos!. Le abro inmediatamente…
Marcos entró lentamente atravesando el jardín principal. Miró aquellos rosales, al jardinero al rayo del sol que lo saludaba sonriente, mientras transpiraba aquel sudor que le permitía ganarse el pan. Marcos detuvo el auto, se bajó, y se le acercó.
- Quiero pedirte disculpas por lo imbéciles que fuimos todos
- Pero señor – dijo el jardinero - ¿de que está hablando?
- Ni siquiera sé tu nombre… – dijo Marcos – de eso hablo.
- Mauro, señor. Me llamo Mauro Ayala.
- Mauro, ¿tenés hijos?
- ¡Si señor! – dijo con una sonrisa – tengo dos, uno más terrible que el otro
- Mauro, nunca, jamás, les mientas a tus hijos. Prometeme eso.
- Señor – dijo el jardinero – amo las flores, pero a nada amo más que a mis hijos.
- Me alegro Mauro… - dijo perdiendo la mirada en el cielo – Me alegro.
Dió media vuelta, y prefirió abandonar el auto y seguir el largo sendero a pie. Cuando llegó a la entrada de la casa, lo estaba esperando su padre.
- ¡Marcos!¡Que alegría hijo!¡Gracias a Dios! - Exclamó
- ¿Lo hiciste?¿secuestraste a un tipo en el 80?
- No se de que hablás – dijo el padre mirando hacia su derecha, abajo.
- ¡Secuestraste a un tipo, le sacaron todo lo que tenía, y no conformes, lo mataron!
- Entremos – imploró el padre – hablemos tranquilos.
Marcos entró, y la alfombra de entrada se sentía bajo los pies como un enorme charco de sangre. Veía como en una pesadilla, sangre en todas partes, en aquel jarrón valiosísimo, en esas pinturas originales en la sala, esas arañas de cientos de cristales, todos del color de la sangre. El rojo se empezaba a adueñar de todos sus recuerdos.
- Vine armado… papá…
El hombre ni siquiera se dió vuelta.
- En aquel entonces las cosas eran muy distintas
- ¿La muerte era distinta?
- Si. No lo entenderías. La vida en esos tiempos no valía de mucho.
- ¿La vida de un hijo tampoco?
El empresario secuestrador no tuvo palabras para eso.
- En aquellos tiempos, si secuestrabas a alguien, podía pasar por un desaparecido más
- Pero ustedes pidieron plata. No mucha, no. La pidieron toda.
- ¿Qué buscás con todo esto?
- Lo sabés. Mi secuestro terminó, pero vos no vas a salir indemne.
- Buscás una disculpa… entiendo… yo…
- Quiero la nota, reconociendo el hecho, dando nombres de cómplices, fechas, lugar donde está enterrado el cuerpo de ese hombre, todo.
- Supongo que entenderás lo que implica eso…
- Y después, hay dos caminos. O te pegás un tiro en la cabeza y salvás lo que queda de tu familia, o lo hago yo, y- arruino a mi familia también.
Llegaron al estudio, y entraron. El hombre se dirigió al escritorio, Marcos se le anticipó. Revisó el cajón, y extrajo el revolver que guardaba el padre.
- Me duele que pienses que soy capaz de matarte
- Me duele a mi, papá, porque se que sos mas que capaz de matar por vos.
- Esto – dijo extrayéndo una hoja de uno de los cajones – fue escrito hace veintisiete años.
- ¿Qué es?
- Lo que me estás pidiendo.
- Pero entonces… ¿¿¿porque esperaste a que me arruinaran la vida a mí???
- Nunca quise eso para vos. No tuve alternativa.
- ¿Hay alguien mas implicado en esto?
- Mucho mas arriba de lo que pensás. Nosotros hicimos el trabajo y cobramos. La orden venía de un militar en el poder.
Marcos estaba aturdido.
- Si hablaba, me mataban a mí, a tu madre, a vos y tus hermanos, a tus abuelos, el jardinero, tus amigos, mis amigos, el perro, los vecinos... Si decía algo, era el fin de todo. Y no hubo un solo día, en que no quisiera que todo esto se descubra. Yo fui un peón. Me levantaron una tarde en la calle, mientras iba a un banco. No elegí ser secuestrador. Me levantaron para matarme como a miles. Me llevaron a un lugar donde había mucha gente. Lo que ví y lo que oí, nunca lo voy a poder olvidar. Y pedí por mi vida. Pedí porque me dejaran ir, prometí que no iba a decir nada. Ese día, estaba el militar que ves ahí en la nota. Andaba por el centro ese de detención. Y la suerte o la desgracia, era que necesitaba a cinco personas para hacer un trabajo. ¿Entendés Marcos?
- ¿y si decías que no?
- Marcos, yo ya estaba muerto. ¡Todo el que entraba y veía lo que se hacía con la gente ahí, no podía volver a salir nunca más! ¿entendés?¡me dieron la posibilidad de mi vida!. ¡O hacía ese trabajo, y quedaba vivo, con mi familia, y con plata suficiente para no tener que hablar nunca, o me mataban ahí mismo, sin volver a verlos!
El padre de Marcos, recordó aquella tarde, en la que suplicaba por hundir su nariz en los rulos de la cabecita de Marcos y su hermano Alejandro. Casi igual, a lo que soñaba Marcos por las noches de secuestrado.
Un ambiente tenso se respiraba en ese estudio. Marcos, absorto, intentando razonar junto a su padre, callado, recordando el horror. De pronto, empezó a leer la nota de su padre.
- A mi me maldijeron Marcos. Para toda la vida. Y no solo a mi, a ustedes también. Y es mi culpa, única, exclusivamente mi culpa, mi elección. Tenía que decidir. Y vendí mi alma. Solamente por volver a estar con ustedes. Hace treinta años que no puedo dormir de noche, por eso, me veías hacer siestas cada tanto. Escuchándolos a ustedes jugar o pelearse.
Marcos seguía leyendo la nota, con la boca abierta.
- Esta nota es una maldición también. Si la publicás, va a ser una cadena de muertes, si no la publicás, vamos a seguir arrastrando esta maldición durante generaciones.
- No se que hacer… - susurró Marcos
- Si no me vas a perdonar lo que hice, o porque lo hice, preferiría que la publiques desde el extranjero, llevándote a tu madre, tu hermano, su familia… todos bien lejos.
Marcos sentía la cabeza envuelta en llamas. No podía pensar con claridad. La seguridad en la casa ahora si tenía justificativos. No le temían a los ladrones, como les habían explicado en su infancia. El terror era otro. Era peor aun.
- Lo de la familia del tipo fue una desinteligencia. Otro grupo tenía que terminar eso para que esto que te pasó a vos no sucediera nunca. Pero ellos apenas secuestraron al hombre, desaparecieron de su casa. Aún hoy los buscan, así que espero que sepan esconderse bien.
¿Los motivos de aquello?. No los conozco. Nunca los supimos. No fue nada personal. Fue lo peor de todo. No sabíamos porque él. Sabíamos que así, volvíamos a ver a nuestras familias. Eran cinco familias contra una Marcos. Era la nuestra y cuatro más, o la de este hombre.
- Papá… tal vez hubiera hecho lo mismo que vos, tal vez no. No importa. Entiendo. Y te perdono. La nota te la dejo. Hacé lo que quieras o sientas. Y no te preocupes por mí, por tu nieta, por Ursula. Vamos a estar bien.
Abrazó a su padre, largamente, y salió de la habitación. Era preferible dejar las cosas como estaban ahora.
Volviendo a su casa, pasó por una agencia donde tomaban avisos para los diarios más importantes del país. Se detuvo, y pagó la publicación de una solicitada en todos ellos, a un cuarto de página.
Abrazó a su padre, largamente, y salió de la habitación. Era preferible dejar las cosas como estaban ahora.
Volviendo a su casa, pasó por una agencia donde tomaban avisos para los diarios más importantes del país. Se detuvo, y pagó la publicación de una solicitada en todos ellos, a un cuarto de página.
“Poema al jardinero triste
Si el jardinero lee, seguramente sabrá, que lo que mas necesita, es saber la verdad.
Las flores robadas, se marchitaron y murieron, en el otoño del 2009, así como también en el verano del 80. Las que sobrevivieron, fueron encerradas en una caja maldita, y por más que quieran, y tengan la tapa abierta, no pueden salir. El carpintero aún observa, su trabajo sin terminar.
Aquellas Flores que tuvieron la mala suerte de morir, y no pudieron ser regaladas a la persona amada, se guardaron lejos de la luz del sol. Allá en un valle hermoso, suspira la rosa roja, reposando sobre el sueño de un hombre que perdió un tesoro.
En los cuadros sin marcos, donde trabaja el pintor, hay una piedra sin nombre, en la calle del sol, donde la fuente divide las aguas, que darán de beber al excavador.
Las flores robadas, se marchitaron y murieron, en el otoño del 2009, así como también en el verano del 80. Las que sobrevivieron, fueron encerradas en una caja maldita, y por más que quieran, y tengan la tapa abierta, no pueden salir. El carpintero aún observa, su trabajo sin terminar.
Aquellas Flores que tuvieron la mala suerte de morir, y no pudieron ser regaladas a la persona amada, se guardaron lejos de la luz del sol. Allá en un valle hermoso, suspira la rosa roja, reposando sobre el sueño de un hombre que perdió un tesoro.
En los cuadros sin marcos, donde trabaja el pintor, hay una piedra sin nombre, en la calle del sol, donde la fuente divide las aguas, que darán de beber al excavador.
Juan Pérez - Poeta Contemporáneo”
Dos días después, el aviso se publicó en todos los diarios, y mientras la gente pasaba la página con una mezcla de curiosidad y desinterés, Marcos, Ursula y Florencia abandonaban el país.
Aquel fin de semana, bien entrada la noche, en el viejo cementerio de Valle Hermoso, un grupo de personas bien equipadas excavaban una vieja tumba abandonada. Un vecino vió movimientos, pero prefirió callar. Hacía mas de cincuenta años vivía ahí, y era la segunda vez que veía algo así de extraño. Como la vez anterior, cerró las persianas, y se fué a dormir.
Lo que Marcos consideraba el final de una pesadilla, no era más que el comienzo de una historia funesta. Esa historia, que Marcos, después de mucho tiempo, se decidió a publicar en un libro.
18 comentarios:
Brillante, a mi me llego al corazon. Sera porque ese tema se relaciona en forma directa con mi historia.
Fuerte, sin llegar a herir, pero por poco.
Gracias.
Shei
snifffffffffffffffffffffffffffffff
=(
Me diò una tristura ENORME cada palabra...
'Taquelopariò!!
snifffffffffffffffffffffffffffffff
BESOP CON MOCO :(
Todos sufren cuando se desprecia tanto la vida. Y ese sufrimiento no se termina nunca.
Fue totalmente inesperado, la mejor de las entregas.
Besos
Buen desenlace.
Era imposible que lo matara...
Creo que lo pudiste solucionar de manera muy interesante.
besos
Shei: Creo que es hora de que me cuentes. Me interesa. ¡Mirá si hacemos el libro!. Eso si, cuando seas famosa y adinerada como la de Harry Potter, no te olvides de mi.
Gabu: Si, es una historia triste, intensa. Y compleja. No llores. Mejor, apretá los dientes, los puños, y el pomo, que es carnaval!
Ceci: "La mejor de las entregas". Guau... ¡que placer leer eso!
Mona: No se si era tan imposible. La idea en un principio era esa. Pero me pareció demasiado dura esa imagen. Cosa que no soy.
Pero creo que esta resoluciòn es mejor porque el pibe no era un asesino...y ademàs, acrecienta el conflicto!( y eso siempre es interesante)
igual te mailèe un par de cometnarios porque soy asì, pesada como collar de sandìas.
Beso Monesco
Interesante cierre. Los climas muy bien logrados. Pero, por favor, no vuelvas a interrumpir ni siquiera por otra Laura de esas un nuevo cuento.
Mona: No sos pesada che. Sacate esa idea de la cabeza... pesada!
Claudio: Todavía me estoy riendo del comentario. Prometo que los muchisimos próximos cuentos, no seran interrumpidos ni por una Laura ni por nadie.
MUY bueno, me encantó. Especialmente porque el final no me lo esperaba.
Para cuándo el próximo cuento?
Otra vuelta de tuerca.
Bien Gato!!!!
Laura: Lo inesperado suele ser una constante en los cuentos de esta editorial. Me conoceran como "El gato inesperado". El proximo, proximamente.
Naty: Si. Y eso no es todo. Nadie, pero NADIE advirtió que el cuento no se titulaba "el final". Es la parte VI. El final vendrá como todo. Inesperadamente.
jejejejej...te estas superando a vos mismo Gatito
Laura: ¡Pero me falta tanto para ser Cortazar!. Sueño. Y eso es lo mas importante.
el final es espeluznante, todos tienen razon y una justificación, a su manera!
muy muy bueno.
y digo, querrias ser Cortázar?
Con tus cuentos habrá que aprender a leerte hasta entre líneas, jejej
Nene dejate de joder, no estaba para llanto y me cag... el proyecto!!!!!!!!!!!
Nene dejate de joder, no estaba para llanto y me cag... el proyecto!!!!!!!!!!!
Ana: Gracias!
Laura: La verdad no se. Me gustaría lograr que los cuentos sean perfectos. Quizas con un poquito mas de práctica...
Violeta: No entendi. Sinceramente, tu comentario me dejó en bolas! Traduccion! Explicacion! Revolucion!
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