miércoles, 7 de octubre de 2009

Frío frío frío...

- ¿A donde?
- A la Antártida...
- ¡¿A la Antártida?!¡¿Pero vos tomaste licor de ají puta parió o que te pasa mamerto?!
- Ese fué el sueño de toda mi vida...
- ¡Y yo soñando con una playa caribeña rodeado de trolas!¡Mirá de lo que me perdí!.
- No seas irónico, ¿queres?
- ¡No boludo!¡En serio!¿Como perdí tanto tiempo soñando con un martini y una negra sopland...


Su mente se alejó rápidamente de ahí, para no seguir escuchando. Se incorporó empujando unos milímetros la mesa. El viejo cenicero de chapa que decía "Cinzano D'oro" vibró con ese sonido tan particular. Tiró dos billetes de 2, y con media vuelta salió a la calle.


Sonó el celular cuando estaba ya a varios metros.

- ¡Volvé cofla, dale, que te cuento de cuando soñé que estaba en Hawaii con una japonesa rubia y dos caniches toy!

Pudo escuchar la risotada mientras alejaba el teléfono del oído y cortaba la comunicación.

¿Porqué nadie entendía que ese era el objetivo de su vida?. No lo sabía. Caminó hasta la peatonal y dobló en dirección al río.

- ¡Dami!

Una voz familiar. Una voz de mujer. Un rostro conocido y prácticamente olvidado. Ahí, seguramente, tendría algo mas de comprensión.

- Paola... ¡tantos años!... ¿Que andás haciendo por acá?
- Trabajo acá a dos cuadras, en la empresa de mi marido.
- Te casaste...
- Y tuve una nena... ¿y vos?
- No... yo sigo solo...
- ¿Que es de tu vida?¿Estas laburando por acá?
- No... vengo de... no... nada...
- ¡DaaaaleContame!
- Terminé con unos trámites. Ando de paso, un poco despidiendome de esto.
- ¡¿Donde te vas?!
- A la Antártida...
- ¡¡¡¿¿¿A la Antártida???!!!... ¡Ya sé!¡Te enamoraste de una orca! - sonrió.
- No... mirá... hay una invest...
- ¡Acordate de llevarte calzoncillos largos! - rió ella estruendosamente.
- Paola, no te rías...
- ¡Pero mirá que hay lugares para ir a pasarla bien eh!... ¿No pensaste en el Krakatoa?

Otra vez, la media vuelta, el irse sin saludar, la risotada en la espalda.

Nadie parecía entender el porqué.

Cuando se sentó en el banco de la plaza del algarrobo, estiró los brazos sobre el respaldo, para que nadie se le acerque.

Un hombre de unos 45 años se le sentó cerca, sin importarle la maniobra de Damián por espantar a la gente.

- Que le anda pasando amigo que tiene esa cara...
- ¿Perdón?
- Tiene cara de decepción, duda, dolor y algo mas con la letra d que ahora no se me ocurre...
- ¿Que le importa a usted?
- Bueno, vea, cuando uno aprende a vivir en la verdadera soledad, se da cuenta que no hay nada mas lindo que ayudar a otro.

Damián estaba aturdido por esa afirmación. Pasaron varios minutos antes de que pudiera hablar.

- La gente se me rie en la cara - dijo secamente.
- No veo porque... usted tiene la cara mas normal del mundo.
- El tema es... que...

Damián temía mencionar lo que venía mencionando en los últimos días, cuando le confirmaron su plaza en el continente blanco.

- Me estoy yendo a la Antártida... y nadie parece entender...
- Aaaaah... el gran blanco... la heladera del mundo... el sueño de todo poeta...
- Exacto...
- Recuerdo muy bien mis años en el hielo, mi amigo...

Este hombre, elegante, casi con la apariencia de un dandy, había perdido la mirada en el cercano horizonte del arenero en el centro de la plaza. Sus ojos estaban ahora en algún remoto lugar, a millones de kilómetros de aquella ciudad.

- Una gran decisión la suya, sin dudas.
- ¿Usted estuvo en la Antártida?

El extraño sonrió mirando al piso.

- El ser humano que pisa el hielo real, jamás vuelve a ser el mismo. Vea, cuando yo fui, las comunicaciones no eran lo que hoy. Ahora, hasta un cajero automático hay en la base Admunsen-Scott. En aquel entonces, para comunicarse con el continente había que esperar vientos favorables y horarios, y hasta épocas donde la posición del sol no afectara las transmisiones... en aquel entonces la soledad era tan real como placentera. Y le cuento un secreto... allá ahora es tan fácil comunicarse como acá, pero todos los equipos de radio y telefonía satelital y todo eso, se apaga. Los Antárticos preferimos siempre el silencio.
- Cuenteme mas... por favor.
- No... vaya y descubralo usted. Pero le aseguro, que cuando vuelva del freezer, el que se va a reir de todos va a ser usted. Cuando aprenda que puede tener allá una valija llena de dinero y no le sirve de nada, cuando aprenda a dormir abrazado con un extraño para no morir en una tormenta, o confíe su vida pendiendo de una soga, que sostiene un hombre que no habla su idioma y que, probablemente, su gobierno y el nuestro estén enemistados mortalmente... cuando aprenda todo eso mi amigo, vuelva. Y va a ver como se sienta en un banco de plaza sin importarle cuan cerca de otra persona esté. Va a ver como empieza a sentarse en los asientos dobles del colectivo sin ningún problema...

El extraño se levantó, estrechó su mano mirándolo a los ojos, y se dispuso a caminar, cuando de pronto volvió a mirarlo, y le espetó un "lo felicito". Se alejó como había llegado, en silencio, en calma.


Sonó el celular nuevamente. Estaban llamando desde el bar donde había estado una hora atrás. Atendió por cortesía.

- Si...
- ¡No te enojés boludo!... Dale... venite...
- Ya está... todo bien, en serio...
- Dale, venite, así hablamos de la cantidad de pingüinos que te vas a empalar...
- Fede...
- Si...
- Sos un pelotudo de rango... pero igual... gracias por el apoyo.

Cortó nuevamente. Y apagó el teléfono.


Abrió nuevamente el sobre que llevaba en la mano, y releyó las primeras líneas una y otra vez. Y aún no podía creerlo.

La Antártida... el ultimo lugar, donde el hombre apenas si pudo dar unos pasos. Estaba ahora tan cerca, que ya podía sentir el reflejo níveo del sol en el hielo quemándole los ojos.


Se levantó pesadamente del banco. Y esta vez, caminaba con paso seguro.

8 comentarios:

Nati Alabel dijo...

Hubo nacimientos en la Antártida? Alguien sabe?

ElFlaco dijo...

Trabaje 6 años como personal civil de la fuerza aerea y en esa epoca una sola vez abrieron la oportunidad para que los civiles pudieramos viajar (obviamente con los beneficios que la fuerza te otorga) y casi me anoto, creo que me paso lo mismo que al personaje de tu texto, pero yo fui mas boludo no me animé, nunca pude saber si hubiera ido o no, pero para ser mas sincero aun lo mio era mas por plata que por sueño.

ElFlaco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Viejex dijo...

No se si hubo nacimientos en la Antartida, Alabel, me parece que alguna vez oi una noticia al respecto. Me gustó el relato, Gato. Hay algo de real en esto o es pura imaginación tuya?

Mona Loca dijo...

Qué lugar al que no iría la Antártida.
Me gusta la soledad pero no tanto.
Y odio el frío.
Mucho.


Igual, está bueno animarse a lo uqe se desea, no importa lo que digan los otros.

beso

Rocío dijo...

Qué lindo! Yo también quería ir cuando era más chica. Conocí gente que se pasó una larga temporada por allá abajo. Debe ser una experiencia bisagra realmente.

Lo de este flaco es lo que pasa cualquiera que elija hacer algo diferente, fuera de la norma. Superados la incredulidad y los cuestionamientos ajenos, no hay forma de sentirse más realizado que haciendo lo que se quiere con real convicción.

Me encantó este relato!

Canoso dijo...

Ahhh, la Antártida... sí, sí, ese lugar por el cual se desatará la tercera guerra mundial por el dominio del agua....
No es precisamente el lugar a donde iría a veranear pero respeto a los que les gusta.
Me quedo con la japonesa rubia y los dos caniche toy....

La Ruiva dijo...

Yo me voy a Brasil, pero claro, eso nadie me lo cuestiona, porque hay sol y esta calentito y hay negros y limoncitos verdes.