miércoles, 25 de junio de 2008

Romper la rutina (II Parte)

(se recomienda leer la primer parte acá)

El Jueves ni apareció por la rotisería de Irma. Por un viejo consejo de alguna amistad adolescente, dejó que pasara ese día de suspenso. Sabía que ellas se empiezan a enroscar en sus pensamientos cuando no las llaman. Y eso, lamentablemente, redunda en beneficios para los caballeros.

Las imágenes en la cabeza de Bruno se parecían mas al infierno que al cielo. Parecían una reversión de la película "Calígula", pero solo con una persona en escena: Irma, la rotisera. ¿Se llamaría Irma realmente?

Recordó que había un teléfono semipúblico en el kiosco de al lado de la rotisería, y se le cruzó llamarla desde ahí, para ver si el celular sonaba y si la tal Irma atendía. Descartó la idea por infantil.
Por supuesto, nadie sabía de esta novedad en su vida. ¿Para que quemar una oportunidad tan buena, contándosela a alguno de sus envidiosos compañeros?. Recordó lo que decían las sabias abuelas : “¡no lo cuentes que lo quemás!”
Bruno recordó también la aversión que le provocaban sus compañeros. De todos ellos, a la única que realmente apreciaba, era a Malena, esa chica tímida, desgarbada, bonita a su modo, que era mejor persona que todos los otros gusanos juntos.

¡Puta si se habrá aguantado las jodas y comentarios maliciosos de esos infelices!

Malena confiaba en el, y el en ella. Punto. Esa era su sencilla (y envidiable) relación. Confiaban. Y se cuidaban mutuamente.

Esa mañana, Bruno le fué a comprar las consabidas galletitas de cada mañana, y le trajo además, una confesión.

- Male, había estas de salvado, o con semillas de lino, o de huevo podrido.
- Gracias! - dijo riendo - Prefería las de huevo, pero estas están bien...
- Te tengo que contar algo... pedirte un consejo...
- Decime
- Bueno... Resulta que hay una chica que trabaja acá a la...
- Pará... - dijo ella cortándolo en seco - ¿que te gusta de ella?
- Ehhh... - respondió el, incomodo – y es así como... o sea, tiene...
- Es linda, ¿no?
- Y…
- O no, pará, seguro que tiene un cuerpo re lindo...
- Bueno, si, pero lo que mas...
- Mirá Bruno, Probá. Sacate la duda. Pero hasta que no te des cuenta de que eso no es lo mas importante, vas a seguir flotando en ese mar lleno de los restos de tus anteriores naufragios…

Bruno se quedo con los ojos abiertos y la boca cerrada. Ella se volvió a la pantalla de su computadora. Le habían asestado una clase dificilísima de digerir. Ella tenía razón. Y la imagen del naufragio no admitía más palabras.

Volvió a su silla. Busco apoyo en alguna parte, ante ese gancho a la mandíbula, pero solo lo rodeaban esos cubículos horrendos e inhumanos que existen solamente en las oficinas. Cada tanto, alguno de los gusanos se asomaba como una suricata, mordisqueando algo, con su taza en la mano, y viendo si enganchaba a alguien en falta, como para tener material para su próximo acto cómico en la cocina del piso.

Cada tanto se asomaba al cubículo de Malena para mirarla. Ella, con su simpatia, le sonreía. El le pidió disculpas, y ella respondió que no había nada que disculpar. Se conectaban de maravillas. Se divertian juntos. Y nada mas.

Ella era tan sincera con el, que agradeció a la vida haberla conocido, y rememoró todos los momentos que habían disfrutado fuera de ese horrible lugar. Recordó el casamiento del atorrante de Gutiérrez, en el que bailaron y se rieron a carcajadas, y hasta hicieron una competencia para ver quien tomaba mas champagne. Por supuesto, la ganó ella.

Recordó también la despedida de Puchetti, que se jubiló, y con él se fué el último de los tipos piolas. Esa noche se quedaron charlando con el “viejo” hasta las 2 de la mañana, de libros, de fútbol, de la obertura 1812 de Tchaikovski y de las fuerzas de Napoleón en Rusia. El la acompañó hasta la casa aquella noche… Era un buen tipo Puchetti. Lástima que murió de depresión a los 6 meses de haberse ido.

De pronto, lo asaltó la idea de que tal vez, solo tal vez, Malena no quería ser su amiga. Ella había sido lo más parecido a una compañera que había conocido. Sabían todo de sus vidas, y por mutuo acuerdo habían dejado de ser desconocidos.

Se obligó a desviar ese pensamiento de su cabeza. Habían desaparecido de pronto el infierno del Dante y los fotogramas de Calígula con Irma la rotisera. Intentó imaginarse fundido en un abrazo con Malena, o besando sus labios, o incluso, haciéndole el amor. Pero no pudo llegar a eso. Se quedó en el beso, y no se sintió bien. Tuvo la misma sensación que se tiene cuando se entra a un negocio y no hay nadie atendiendo, o como de entrar a una casa sin ser invitado. Esa sensación de estar en el lugar equivocado.

No. No podría siquiera besarla. Ella era su amiga. En cambio, la morocha... Marcó los números del celular de Irma. Atendió esa voz, esa llamada al naufragio en la cubierta del Titanic, ese canto de las sirenas, esa música que encantaba serpientes.

- ¿Hola?
- Ho... hola... Bruno... habla. Habla Bruno.
- Hola Brunito, - bruno sintió su corazón desbocado - estaba esperando que me llames.
- Hoy salgo tarde de acá. Me preguntaba si te gustaría ir a algún lado hoy conmigo.
- Si, a mi casa.

Bruno se quedó sin réplica. Por segunda vez en un solo día, se quedó sin nada que decir. Y ella otra vez lo había avasallado, como ese miércoles, y sabia que podía jugar con el como el gato sabe de la vulnerabilidad del ratón.

Ella ofrecía algo más que charlar, y Bruno lo sabia. Sin vuelta atrás. Si aceptaba, moriría en sus brazos y sus pechos esa noche. Si no aceptaba, la noticia se iba a propagar e iba a quedar como el más cobarde entre todos los de esa madriguera. En ambos casos era una cuestión de honor.

En el primero, era el honor para si mismo, en el segundo, era su honor para los demás.

- La verdad es que yo llamaba para salir a caminar un rato.
- Bueno, podés caminar hasta mi casa Brunito - le dijo ella con un tono sarcástico.
- ¿A las ocho esta bien?. Yo de acá salgo a las...
- Te espero en la puerta. Ah, estuve pensando mucho en vos.
- Si, yo también. (Bruno recordó las imágenes)
- Chau
- Entonces... - ella cortó antes que el – chau Irma...

Hasta las ocho, Bruno dio vueltas, tomó agua, se sentó, revisó los correos, aguantó al pelado imbecil de su jefe en una reunión sin sentido, escuchó música... y pensó. Pensó muchísimo. Pensó en ella. Pensó en que seria de su vida, después de ese día. Se aflojó la corbata y miró el reloj.

19:30, y el tiempo se le antojó implacable. Bajó a las 20:00, y a media cuadra, estaba ella, el demonio en persona, la promesa de una noche furiosa y la esperanza de poder salir vivo de eso.

Fueron al departamento de la morocha, a 10 cuadras de donde estaban. En cada pared poco iluminada, en cada ventana discreta, en cada árbol, ella lo arrinconaba, y le brindaba su boca, bien abierta, dulce, cruel. El respondía con entusiasmo. 10 cuadras. Un kilómetro, mil metros, cientos de besos, cientos de lenguas tanteándose. Ella era suave de a ratos, bestial en otros, y el solo respondía como sabia hacerlo. Bruno era de acariciar y mirar a los ojos.

Llegaron y entraron Y arrancaron en el ascensor. En el 3° piso ya no les quedaba ningún rincón por tocar, y ni siquiera sabían sus apellidos, de que signo eran, que música preferían.

Irma fue con su boca directo a los botones del pantalón de Bruno. Se detuvo el ascensor, bajaron cautelosos viendo que no haya nadie en el pasillo, salieron y se metieron en el 8°B. Resonó el portazo en los pasillos y las risas apagadas se adivinaron detrás de la puerta.

Bruno salió a las 3 de la mañana. Cansado, golpeado, derrotado, adormecido, feliz, tranquilo... y confundido. El sexo no solo fue mucho. Fue grandioso. Fue caliente y perfumado, fue infantil y fue salvaje, fue húmedo y también sabroso. Pero no fue hermoso, ni maravilloso.

Porque muchas veces, mientras perdía la consciencia, mientras pisaba terreno animal, una palabra lo traía de vuelta a la realidad.

Malena.

(continuará) (Si, otra vez)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gato,
lei por todos tus blogs, o vidas pasadas de gato, y me gustaron mucho.
Muy bueno todo.
feliz cumple atrasado, me enteré que fue el 11 de mayo, y a Franco, que debe haber cumplido los dos.

Te cuento, volviendo de Cordoba la semana pasada, en mi semana fatídica cordobesa, casi pierdo el avión... no habia un triste taxi disponible en la terminal de omnibus, pero me salvó un maletero que me avisó del bondi que va para Rio ceballos, y llegué a tiempo.
Tus pagos.
Muy buenos tus blogs!

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Este es uno de esos textos que te dejan sin aliento. Espero la continuación.

Puta se nace dijo...

Gracias por su nueva visita.

ALMITA dijo...

muy bueno gato, quiero la continuación!
buen finde.

Laura dijo...

buenísimo, ya sé que esto lo escribiste hace rato e imagino que ya debe estar publicada la continuación....voy por ella jejej