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Llegó a la tan anhelada parte húmeda de la playa, ahí, donde el mar apenas llega a besar la costa.
Y miró por primera vez, desde su llegada, al infinito horizonte verdáceo del Atlántico.
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- Argentina debe estar... mmm ... por allá - señaló
- Argentina debe estar... mmm ... por allá - señaló
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(Zona costera del puerto de Agadir)
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No era extrañar. Era otra cosa. Pensaba en cuán lejos de su destino había nacido. Y que distinta había sido su vida antes de saberlo. La universidad, los amores de juventud, el fútbol en la plaza del barrio. Todo eso, inimaginable ahora.
Ahora todo era Marruecos y su extraño paisaje. Del mundo nuevo, plagado de sierras de piedra y quebrachos, y molles, y el maldito siempreverde que lo invadía todo, a la arena infinita. Esa arena que alguna vez había sido la piedra de vaya uno a saber que cadena montañosa.
Se sentó a esperar que cayera el sol, cerrando los ojos, y pensando en absolutamente nada.
El grupo regresó algunas horas después. Lo encontraron a metros del mar, en la arena, profundamente dormido. Lo despertaron y lo llevaron a la casa. Shilpa, para su sorpresa, venía de la mano con Daniel.
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Durante la cena, comentaron los resultados del trabajo del día, mientras Claudio seguía observando a Shilpa. No hubo respuesta a sus insistentes miradas. Y decidió que a la mañana siguiente, iba a seguir su viaje.
Se acostó en el sofá, y a los pocos minutos sintió pasos, pies pequeños y descalzos se le acercaban. Cuando se dió vuelta, para mirar, vió a Shilpa parada en la penumbra.
- No te entiendo... no sé que pensar...
- Vengo a dormir con vos
- No, no... yo... va a ser mejor que cada uno duerma solo.
- ¿no te gustó ayer?
- Si... pero no entiendo lo de Daniel.
- Con Daniel hace tiempo que estamos juntos
- ¿Y lo de anoche entonces?¿que fué?
- Me dí un gusto Claudio... ¡supongo que podés entender eso!
- Si, entiendo - dijo reflexivo - ... ahora... si no te molesta...
Se volvió a dar vuelta, acomodándose contra el respaldo. Escuchó a Shilpa alejándose en la oscuridad. El resto de la noche fué del silencio y la lejana canción de cuna del mar.
Claudio no se estaba sintiendo cómodo, y la actitud de Shilpa terminó de decidirlo. Era hora de seguir adelante.
A la mañana siguiente, se duchó, saludo a todos, y se fué caminando hacia la terminal. Nadie entendió muy bien esa partida apresurada, excepto Shilpa, claro. Claudio se fué decidido a no dejarse herir nunca más.
Caminando por la Avenué Du Général Kettani, rumbo a la terminal, se detuvo frente a una casa, que tenía una moto en venta en la puerta. La idea se le cruzó como un rayo: Recorrería el trayecto faltante en ella. La moto estaba ya preparada, con alforjas, maletero y un bidón para combustible. El rostro se le iluminó con una sonrisa.
La probó, y andaba muy bien. El dueño era un australiano que se estaba volviendo a su país, después de haber recorrido buena parte de África en esa moto. En un cajero hicieron la transferencia de fondos. Y firmaron los papeles necesarios para circular ante las poco exigentes normas de las autoridades Marroquíes.
Bajó entonces hasta la Avenue Al Moun, y con rumbo al sur, aceleró suavemente, buscando la ruta a Al Aaiún.
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Hizo un alto en la solitaria ruta.
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"No mas paradas" pensó. El asfalto se abría negro entre el cada vez mas lejano océano, y el extremo norte del legendario desierto, el Sahara, donde la vegetación comenzaba a hacerse mas escasa, en la transición gradual de climas.
La parada de Tarfaya, donde lo esperaba un contingente, comenzaba a hacerse borrosa en su cabeza. Tal vez era hora de asumir su soledad y hacer con ella algo productivo.
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Con esa idea, se perdió en el infinito paisaje de arena al atardecer.